El PRI, ¿en el ADN de Puebla?

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Israel VELÁZQUEZ G.


Febrero 25, 2019

El lunes 4 de marzo se cumplirán 90 años de la fundación, en Querétaro, del PNR que se transformó en PRM y luego en lo que hoy conocemos como PRI o lo que de él queda.

En el ámbito nacional tuvo el poder absoluto durante 70 años ininterrumpidos hasta que el 2 de julio del año 2000 el panista Vicente Fox Quesada ganó la presidencia de México con 42.52 por ciento del total de votos (15 millones 989 mil 636) contra 36.11 por ciento (13 millones 579 mil 718 sufragios) del priista Francisco Labastida Ochoa; en tercer lugar quedó el entonces tres veces candidato Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, con 16.64 por ciento (6 millones 256 mil 780) de los sufragios.

A los seis años de Fox se le agrega el periodo del también panista Felipe Calderón Hinojosa, quien regresó la presidencia de la República al PRI de Enrique Peña Nieto. Los ancestros del Revolucionario Institucional fueron creados y manejados más como instrumento que como partido: su nacimiento fue un amorfo conjunto de facciones posrevolucionarias lideradas por Plutarco Elías Calles para el reparto de posiciones, presupuesto y poder: el gobierno, a través de su brazo político, organizaba, postulaba, era árbitro y por si algo faltara, cooptaba vía organizaciones obreras, campesinas y empresariales. Ningún cabo se les quedaba suelto, al menos hasta el nacimiento del siglo XXI.

Esa alternancia política que significó el triunfo de Fox en el ámbito nacional, a Puebla le costó concretarla, al menos en las siglas, una década más: en el año 2010, con la coalición PAN, PRD, Convergencia y Nueva Alianza, Rafael Moreno Valle Rosas sacó al PRI de la gubernatura; sin embargo, su formación política y su ejercicio de gobierno tuvieron siempre la impronta del Revolucionario Institucional: inició su carrera política en 1991 a los 23 años de edad como asesor de Andrés Aguirre Aguilar, director de Normatividad de Derechos Humanos en la Secretaría de Gobernación; en 1992 fue asesor del presidente del PRI en Puebla, Melquiades Morales Flores, en cuya campaña electoral para el Senado trabajó en 1994; entre 1996 y 1999 estuvo en la banca privada y durante este último año fue llamado una vez más por Morales Flores, quien ya era gobernador de Puebla, para que fuera titular de la Secretaría de Finanzas donde permaneció hasta 2003 año en el que compitió para diputado federal y como tal formó parte de LIX Legislatura del Congreso de la Unión; fue presidente de la Fundación Colosio en Puebla y diputado local por el PRI hasta que se afilió al Partido Acción Nacional.

El sexenio de Moreno Valle fue, sin embargo, una calca de lo que su partido de origen había hecho en el país: fue represor, no tuvo contrapesos ni en el poder Legislativo ni en el Judicial y los órganos electorales que por definición deben ser autónomos e imparciales, estuvieron siempre bajo sus órdenes. Él, Moreno Valle Rosas, organizó, contendió y fue árbitro en los dos procesos electorales que siguieron al suyo: tuvo a sus pies centrales obreras, organizaciones campesinas y organismos empresariales que hacían alarde de una autonomía que existía en el papel, no en la práctica…, y, como en los viejos tiempos del todo poderoso Partido Revolucionario Institucional, hizo que los partidos opositores -PRD, PRI, Convergencia, PVEM y Panal-, fueran satélites que le ayudaban a simular competencia electoral. Puebla tuvo ocho años de un gobierno que usó las siglas del Partido Acción Nacional para gobernar como los viejos caciques priistas.

Hoy, tras la muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso y su esposo, el senador Rafael Moreno Valle Rosas, y a siete días de que el priismo sea un nonagenario partido, este estado, los 6 millones 300 mil habitantes de Puebla, tienen pendiente liberarse de la negra herencia priista que aún detenta el poder político, ¿o es que acaso el priismo está en el ADN de Puebla?

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@IsraelV_mx

*Director Editorial El Popular, diario imparcial de Puebla

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