Sábado 16 de Marzo de 2019 |
He presenciado la puesta del Sol y el nacimiento de un nuevo amanecer. Me he curado sin desearlo y me resulta insoportable mirar con tristeza la erradicación del virus del amor. A qué limites deben llegar las personas para un día darse cuenta que se ha tocado fondo y que no existe ilusión ni convicción a las que atenerse. Cada amanecer delata nuestra soledad y desnuda la imaginación en que se sostenía el alma inexistente de la persona amada. El poeta rumano Paul Celan, al salir del psiquiátrico en el que se encontraba declaro: "me han curado hasta hacerme pedazos". Probablemente la enfermedad de Celan era un malestar metafísico, producto de las promesas incumplidas de sus deseos e imaginación: una depresión elegida para no perder el romanticismo del corazón. Hasta qué punto los escritores y artistas necesitan declararse en cuarentena sentimental para poder dirigirse hacia un presunto camino de belleza y razón. Celan no perdió el tiempo y terminó suicidándose a las orillas del Río Sena. Algunos de sus admiradores y discípulos tomaron el acontecimiento como una enseñanza: todo artista crea para un día morir en la tranquilidad del agua. Ése es el premio y la condena, ambas se tienen que merecer. Sin embargo, qué sentido tiene perecer plácidamente sin nuestras pasiones y obsesiones. ¿Realmente vivir tranquilo es un destino deseable? ¿O únicamente una tregua para no perder el juicio? El escritor estadounidense Charles Bukowski en una de sus célebres obras escribió: "Encuentra lo que amas y deja que te mate". La mayoría de las veces, si somos afortunados, solemos encontrar en la juventud la fuente de nuestra perdición o los motivos que tendremos para continuar con vida. Una vez superada la afrenta, seguramente derrotados, el resto de nuestro paso sobre la Tierra será únicamente la convivencia con el trauma o la resignación a una vida saludable en compañía de amigos y familiares, compartiendo afectos y tristezas seducidos por un mismo sabor gastronómico. Enriqueciendo las cavilaciones anteriores, Italo Svevo terminó sus días bajo la creencia de que la enfermedad nacida en la imaginación era más grave que cualquier enfermedad física. Svevo lanzará la siguiente pregunta: ¿En nuestra época el más enfermo no será aquel que se imagina sano? Si pensáramos en el colectivo, Robert Musil, autor de obras imprescindibles como El hombre sin atributos, creía que los países enfermos del alma se han perdido y sumergido como consecuencia de su calidad moral y ética. Es decir, la relación entre el individuo y el Estado generadora del "Contrato Social" debe incentivar prácticas enriquecedoras para el alma, asegurando la supervivencia de la "polis" y evitando la erradicación de toda una sociedad, como sucedió en su momento con el Antiguo Imperio Romano. Actualmente algunas líderes de opinión como la académica y filósofa Marta Nussbaum sustenta esta opinión, pero agrega que es necesario mediante las leyes asegurar la voz e intercambio de sentires y pensares para asegurar una verdadera justicia social en un mundo beligerante y presuntamente inmoral que vaya al ritmo del supuesto desarrollo. No puedo seguir mintiendo a lo largo de esta columna que ha tratado de tornar seria e interesante para un lector que tiene la fortuna de no conocerme. Regresaré a la idea inicial y me marcharé a leer los escritos de Walter Benjamin que tratarán de explicarle que el amor genuino es el único que nos hace desear parecernos al ser amado.
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