Lunes 18 de Marzo de 2019

Dr. Silvino Vergara Nava

"Libre, y para mi muy sagrado,

derecho de pensar".

Benito Juárez García

Toma protesta como gobernador de Oaxaca

Noviembre de 1847.

 

Los lunes de asueto del calendario oficial en México son denominados como puentes largos, y el mes de marzo tiene uno de ellos, con la finalidad de evitar que el día inhábil sea propiamente el que efectivamente se está festejando. En el caso de este mes, tal día festejado corresponde al 21, natalicio de Don Benito Juárez García (21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca, comunidad zapoteca de 20 familias monolingüe) y coincide con la fecha en que, normalmente, entra la primavera. Por ello, antes de que se cometiera el crimen a la historia de México, es decir, de que se implementaran los lunes de asueto y era el día inhábil el que corresponde a la conmemoración, la costumbre de muchas personas ?que aún se presenta en estos tiempos? era acudir a los centros ceremoniales de los pueblos de origen de México o zonas arqueológicas con la creencia de cargarse de energía acudiendo de blanco ?que los que saben sostienen que el vestido blanco en los pueblos de origen era símbolo de luto y no de felicidad?.

Y es, precisamente, un crimen a la historia mexicana, porque ahora una gran mayoría de personas no tienen conocimiento alguno de esas fechas inhábiles de los lunes; muchos solamente saben que ese día no se labora, pero sin conocer la razón de ello; lo cual abona a la pérdida de identidad, a la ausencia de arraigo en las tradiciones y costumbres de los pueblos y, con ello, la conformación (ideal para nuestros tiempos) de un ciudadano de las nuevas generaciones no nacional, uno globalizado que conoce perfectamente cómo opera un sistema de cómputo o, bien, su teléfono celular, pero quien no tiene idea de dónde está pisando, qué sucedió en esas tierras, cuántas personas murieron por ideales que fueron forjando la nación. Por ello, no hay pensamiento alguno por el cual reclamar o luchar.

Muy a pesar del nuevo orden mundial que propone estos ideales de no contar con arraigos nacionales, todavía contamos con un sinnúmero de espacios públicos que recuerdan a Benito Juárez y a otros personajes que dieron sus vidas para forjar nuestra nación: museos, calles, colonias, parques públicos e, incluso, universidades y la ciudad de la frontera en Chihuahua que cuentan con su nombre. Sin embargo, es relevante observar que las actuales autoridades, lejos de inaugurar obras con el nombre de aquellos personajes, a las calles, colonias, los parques, hospitales, las escuelas le dan el nombre de sus familiares y, en la mejor de las ocasiones, "municipio libre", "solidaridad", "forjadores", "milenio", etc.; es decir, nombres que no significan para la identidad nacional absolutamente nada, porque precisamente el objetivo es desconocer el pasado para perder cualquier rasgo de ella, salvo en el caso de los partidos de fútbol, donde la finalidad es el consumo, más que la hazaña deportiva de los nacionales, que, por cierto, últimamente son dirigidos por entrenadores extranjeros.

De esa forma, ¿cuántas avenidas de todo México se llaman Juárez? Y la gran mayoría de la población actual desconoce que este lunes de marzo pervive el asueto que, aun Juárez de niño y con la muerte de sus padres y abuelos quedó a cargo de su tío Bernardino, joven que en 1831 termina los estudios de derecho, encarcelado en 1836, juez de primera instancia de lo civil y de Hacienda en la ciudad de Oaxaca, quien se casó con Margarita Maza (20 años más joven que él), gobernador de Oaxaca de 1847 a 1848 y reelecto para un periodo extraordinario, y desde luego, dentro de los hechos que sí quedaron en la historia fueron las leyes y decretos que se promulgaron entre 1859 y 1860, como son: ley de extinción de las órdenes monásticas y nacionalización de bienes eclesiásticos, ley sobre matrimonio civil, ley orgánica del registro civil, decreto para la secularización de los cementerios, el decreto de supresión de la legación mexicana en Roma y, el 4 de diciembre de 1860, la promulgación de la ley de libertad de cultos.

Toda esa legislación propia de México, nacida por las necesidades de regular los excesos que en su momento se vivieron en el poder y que, desafortunadamente se han olvidado de la historia de México; un México acostumbrados ya a que, por ejemplo, en el caso de los estudios de derecho en las escuelas y universidades, se estudie el derecho sin historia y, a su vez, la historia sin derecho. Esto, con la finalidad de que la educación oficial apele a lo que exige el ambiente actual, es decir: una legislación mundial, donde las leyes sean impuestas no por las necesidades de las poblaciones, sino por los organismos internacionales; donde las leyes de los países denominados anteriormente del tercer mundo, ahora sub-desarrollados o supuestamente en vías de crecimiento, se les impongan sistemas jurídicos que, lejos de que permitan efectivamente su crecimiento, mantengan el status quo en que se encuentran, como es el caso de América latina con los problemas de pobreza, desigualdad, explotación del medio ambiente, desplazamientos, muertes, crisis económicas permanentes, entorpecimiento empresarial, desempleo, etc. Por ello, aquellas leyes promulgadas en el siglo XIX son muestra de un derecho propio nacional que cada día se ve más lejano retomar.