Dos mundos

Es casi media noche, estoy acostada dando vueltas sin poder dormir. Leí que alguien le sacó los ojos a un perro en Tehuacán; estoy enojada

Es casi media noche, estoy acostada dando vueltas sin poder dormir. Leí que alguien le sacó los ojos a un perro en Tehuacán; estoy enojada y triste. Con la mirada fija en la pared, pienso en lo terribles que somos los humanos. De pronto, me doy cuenta de que unos ojitos me miran. Es mi amada Dalí, que está acostada en medio de la cama recargada en mi pierna.

Su mirada me hace salir del enojo. La miro descansar y pienso en todos los años que hemos pasado juntas. Intento sacar la cuenta exacta y no puedo. Busco en la red un viejo blog donde escribía hace muchos años y ahí encuentro un post de enero del 2007; leo. ella es feliz, ama mi cama, tomar baños de sol en la cocina, su trenza de trapo, robar mis chanclas verdes, saltar y, por supuesto, ama correr hacia la recámara de mi papá.

Dalí llegó a mi vida en octubre de 2006. Este año cumplimos 13 años juntas. Si hay algo que amo de ella es que, con el paso del tiempo, desarrolló la costumbre de observarme cuando estoy concentrada en la cotidianidad. La he atrapado mirándome cuando lavo los trastes, cuando trabajo en la computadora, cuando estoy vistiendo a mi hija, cuando trabajo en el jardín. Siempre que me doy cuenta, me saca de mis pensamientos y me trae de regreso al presente, al aquí y ahora. Todos estos años yo he sido su refugio cuando escucha cohetes y entra en pánico; ella ha sido mi salvadora cada vez que el mundo rompe mi corazón.

Después de unos minutos, se ha quedado dormida y ahora soy yo quien la contempla. Es la perra más hermosa, cariñosa, comprensiva e inteligente que conozco. En algunos momentos de la vida, incluso he sentido que nos hemos hecho una en el dolor o la alegría. Hace dos años y medio que nació mi hija, Dalí y yo nos sumimos en una depresión que durante largos meses nos alejó la una de la otra. Cuando empecé a sentir mejoría, ella también volvió a ser la misma. Ahora teníamos una nueva misión: cuidar de Olivia. Mi corazón se llena de alegría y risas cada vez que las veo correr juntas por el jardín.

Veo dormir a mi compañera y mi pensamiento me lleva de regreso a Micky, el perro de Tehuacán, y pienso que el mundo necesita mucho amor, amor a la niñez, a los animales y la naturaleza; pero sobre todo, mucho amor entre nosotros, los humanos adultos.

*Agente perruna y diseñadora gráfica.

 Agente Perruna

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