Divagación de nuestros días
Había muchos temas alrededor del libro
Había muchos temas alrededor del libro para escribir este lunes, como el de la agradable sorpresa que me llevé en la semana cuando di una plática sobre la pertinencia, o no, de seguir publicando impresos: no me esperaba que la sala se llenara con jóvenes entusiastas, lectores, críticos y positivos sobre el futuro de la palabra escrita. Como indicara el filósofo Alan Badiou, mi alegría fue toparme con preparatorianos para quienes la verdadera vida es la plena de ricos pensamientos. También pensaba ayer, ocupadísimo lector, que era pertinente abordar el manoseado tema de las mujeres en el mundo intelectual o sobre el empeño de seguir dividiendo a la literatura por sexos. Pero como estoy inmersa en una investigación sobre Hernán Cortés y su imaginario y nuestra imaginaria imagen que de él tenemos; mi pesquisa me llevó a Octavio Paz, porque todos los caminos intelectuales llevan a él, y pues, sus palabras -hoy domingo que escribo- son ad hoc. En fin, que sobre esos temas, el afecto se sobrepone: es el aniversario 105 de nuestro gran poeta. Él siempre se presentó como poeta, y fiel a su deseo, así lo anuncio, pero que con tantos exabruptos políticos, sociales y culturales habría que recordar como nuestro gran pensador, ensayista. Las siguientes palabras y el cierre de este humilde escrito, se lo dejo a su voz. Y que cada quien concluya lo que desee. Es un fragmento de una de las participaciones que tenía periódicamente en los años 30 y 40 y que recopiló para su libro Primeras Letras, editado por Mario Santí, en 1988, pero que realmente escribió en 1943; siete años antes de publicar la primera versión de El laberinto de la soledad (recordemos que editó cuatro veces dicho libro), y que tiene que ver -pienso yo- con los días calurosos que vivimos: "El miedo a la verdad, que nos lleva a mentirnos cualidades que no poseemos, también exagera nuestros defectos o ve únicamente nuestros vicios: de la hipocresía saltamos al masoquismo: Vasconcelos todo lo ve negro como Orozco. No sé si su pesimismo es un defecto visual o una manera de oponerse al optimismo profesional de los otros. Los dos niegan a nuestros héroes; el resto los canoniza. Pero, ¿por qué hemos de tener ídolos en lugar de héroes, fantasmas en lugar de hombres de carne y hueso? Ni somos el país más rico ni somos la escoria del globo; los indios no tienen la llave del paraíso terrestre ni son inmóviles cactus vivos, ornato del árido paisaje, fondo para el cuadro "revolucionario" o tema del orador gangoso".
*Es doctora en Literatura hispánica, profesora de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana Puebla, editora y estudiosa de la cultura libresca; aunque |
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