Brexit: Londres nos enseña cómo fracasar en una negociación

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Barthélémy MICHALON


Abril 13, 2019

El Reino Unido acaba de obtener una extensión de seis mesesadicionales para concretar el Brexit. Esta concesión de la UE revela las profundas debilidades de Londres, que desde hace mucho tiempo perdió el control del proceso.

Para quienes enseñan técnicas de negociación, el desarrollo del proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea ofrece una fuente aparentemente inagotable de ejemplos de errores a evitar. Hasta resulta sorprendente observar cuántos consejos clásicos en este ámbito parecen estar ignorados, o incluso contradichos por las autoridades británicas mientras recorren este accidentado camino.

Por supuesto, la lista de estos consejos es virtualmente ilimitada: me enfocaré en cuatro de las recomendaciones teóricas más básicas que el gobierno del Reino Unido descuidó o no fue capaz de seguir, y cuya inobservancia explica buena parte de la debacle actual.

Primero: cualquier proceso de negociación cara a cara con la contraparte debe ser precedido por un intenso proceso de preparación. Buena parte de este esfuerzo consiste en identificar nuestros objetivos e intereses, nuestras fuerzas y debilidades, nuestros argumentos y trucos. Asimismo, se trata de conocer a la contraparte, procurando evaluar sus características en estos mismos rubros. Parece ser una obviedad, pero también es de vital importancia adquirir un profundo conocimiento del asunto sobre el que se va a negociar.

Al momento de asumir el cargo de primera ministra en julio de 2016,TheresaMayaseveró que "Brexit significa Brexit", un lema que desde ese entonces los defensores de esta vía han ido utilizando con frecuencia. Con estas palabras, buscaba expresar su determinación por llevar el proceso desde una posición de fuerza. Casi tres años más tarde, esta postura no solamente suena irrisoria sino que también es emblemática de la raíz del problema: los británicos no han sido capaces de desarrollar una visión del Brexit que, más allá de las fórmulas retóricas, pudiera ser llevada a la práctica. Cabe reconocer que el resultado del referéndum de junio de 2016 tomó a muchos por sorpresa – inclusive a la misma clase dirigente del país. Pero las negociaciones arrancaron a finales de marzo de 2017, lo que dejaba el tiempo suficiente para una preparación decente.

Por su lado, la Unión Europea sí supo aprovechar este plazo para desarrollar su propia estrategia. Gracias a ello, fue capaz de definirla agenda, las reglas e incluso el ritmo del proceso, ilustrando así claramente la diferencia entre una buena y una mala preparación previa.

Segundo: cada parte debe identificar de antemano las consecuencias de un posible fracaso de las negociaciones, es decir, una ausencia de acuerdo. Solamente de esta manera uno puede pensar anticipadamente en un "plan B" para hacer frente a esta eventualidad. Es lo que se conoce como MAPAN, o "mejor alternativa posible a un acuerdo negociado".

Parece que fue solamente hace muy poco tiempo cuando el gobierno británico tomó consciencia de la existencia del riesgo de un no deal, es decir, de una salida sin acuerdo que de un día para otro convertiría al Reino Unido en un Estado ajeno a la Unión Europea, sin ningún marco legal para regir sus relaciones con sus ex socios del bloque. Los planes de contingencia que aplicarían en dicho caso y que han filtrado en semanas pasadas manifiestan el nivel de pánico en el que se encuentra el gabinete de Theresa May. Sus súplicas para posponer la fecha de corte revelan hasta qué punto la perspectiva de un no deal estremece a las autoridades británicas.

Tercero: recordar que pueden existir dos niveles de negociación, si además de buscar un trato con la contraparte también es necesario que éste sea aceptable por nuestro propio bando. En el caso del Brexit, Londres y Bruselas habían llegado a un acuerdo de casi 600 páginas (599 para ser exactos) en noviembre pasado pero en 2019 este documento fue rechazado en tres ocasiones por el Parlamento británico: por ende, el origen del estancamiento del proceso no se encuentra entre las dos partes involucradas sino en el interior de una de ellas. Theresa May subestimó las resistencias existentes dentro de su propio bando, lo que la llevó a esta humillante situación de recibir una serie de votos desfavorables por parte del poder legislativo de su país. Estos reveses internos la han desacreditado personalmente, al mismo tiempo que han convertido el eventual desenlace del proceso en una total incógnita.

La fragmentación del lado británico contrasta con la cohesión que hasta el momento supieron mostrar los otros 27 miembros de la UE: en este aspecto más que en cualquier otro radica la explicación clave del enorme desequilibrio de fuerzas que se nota entre ambos bandos.

Cuarto: asimilar que el tiempo es un factor decisivo en la conducción de las negociaciones. La parte europea fue capaz de imponer el calendario del proceso, mientras que el Reino Unido está dejando la impresión de estar siempre corriendo contrarreloj. Es cierto que es común que los plazos contemplados inicialmente para alguna negociación se ajusten sobre la marcha, a veces de forma muy sustancial. En este caso, sin embargo, lo que destaca es el hecho de que solamente uno de los dos bandos – no hace falta especificar cuál – estuviera rogando por prórrogas.

La Unión Europea aceptó una primera extensión a finales de marzo, y una nueva hace tres días, que recorre la fecha límite hasta finales de octubre.

En muchas negociaciones, los errores y tropiezos de un bando representan una oportunidad para la contraparte, que las puede aprovechar en beneficio suyo. No es así en este caso: al multiplicar las cumbres especiales y al permitir que el proceso del Brexit interfiera con sus propios pendientes – como las elecciones europeas que ya están en puerta – la Unión Europea está poniendo en juego su propia estabilidad y capacidad de acción. Todo ello, por tratar de minimizar el daño para un Estado-miembro que, de forma titubeante y desorganizada, está buscando la puerta de salida.

 

* Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales

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