Entre la libertad de expresión y la reforma educativa

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Miguel Barbosa Huerta


Abril 18, 2019

Hace poco, comentábamos en una reunión de compañeros y colegas una circunstancia del cambio social: cuanto más profundas son las transformaciones en una sociedad, más desajustes y resistencias provoca. Cuando el cambio es de fondo, no sólo se modifican estructuras, también formas de ejercer el poder y se introducen cambios en la cultura política.

A tres meses y medio, el Gobierno de México se ha propuesto un cambio de régimen, el cual, entre otros aspectos, significa dos cosas: el respeto irrestricto a la libertad de expresión y a la educación, como ejes del cambio social. Se trata de dos compromisos de fondo, no de forma, por la sencilla razón de que se trata de cambiar, no de simular.

Qué fácil sería caer en la simulación, en el acomodo de seguir haciendo las cosas como hasta el 1 de diciembre del año pasado. Dejar hacer, dejar pasar. Qué fácil sería cerrar los ojos y dejar que un grupo de privilegiados siguieran haciendo millones a costa del erario público, qué fácil fingir ante la delincuencia y el crimen organizado, qué cómodo ignorar la pobreza y la desigualdad que padecen más de la mitad de la población.

El gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador no ha evadido los problemas, se ha propuesto resolverlos de fondo, de ahí las resistencias, las críticas y los intentos fallidos por mermar su alta aceptación social.

En los meses que van de este gobierno ha existido total respeto a la libertad de expresión. Esto incluye la libertad de expresión del Presidente de la República. El tan comentado debate mañanero del Presidente con el periodista Jorge Ramos, así lo demuestra.

Ahí se vio uno de los cambios más significativos en este nuevo régimen. Uno de los periodistas más agudos y críticos cuestionó con toda libertad al Jefe de Estado, intercambiaron opiniones, compararon datos. El periodista ejerció su oficio de cuestionar al poder y el Jefe de Estado respondió y defendió la política pública de su gobierno. El beneficio inmediato de este intercambio fue colocar el tema de la seguridad en el primer lugar de la agenda pública.

Los legisladores y la Secretaría de Educación Pública construyeron por medio de foros y consultas públicas, a través de las aportaciones de especialistas, profesores y padres de familia, una auténtica reforma educativa que, de aprobarse, transformaría a nuestro país y al mismo tiempo abrogaría la mal llamada reforma educativa del sexenio anterior.

Un sector de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se ha opuesto a esta iniciativa y bloqueado en varias ocasiones el trabajo legislativo. Ante esta situación, tanto el Gobierno de México, como los partidos integrantes de la Coalición Juntos Haremos Historia, han elegido como única ruta para solucionar este conflicto el dialogo y la construcción de acuerdos.

Desde hace semanas, se tiene la mayoría constitucional para aprobar el dictamen, pero antes de imponer, desean convencer. Esto no es una debilidad, sino una nueva forma de hacer política, porque para que la reforma educativa funcione, debe tener el mayor consenso posible.

XXX Twitter @MBarbosaMX

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