Verdad y odio, a secas

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Mario DE VALDIVIA


Abril 20, 2019

El pasado Viernes Santo, se publicó en el diario Reforma, un magnífico cartón del caricaturista Paco Calderón, fácil de describir: un hermoso libro verde (que es la Constitución Política) sobre el cual una mano diestra hace la conocida señal de "cuernos" cerrados los dedos medios y abriendo el pulgar y el meñique, con un frase: "Protesto hacer guardar la Constitución…" y un globo que surge del dueño de la mano diciendo "… en un cajón…"; es una de las caricaturas políticas mejor logradas y valientes del mejor monero de México, que ya ganó la presea María Moors Cabot, por su agudeza y tino en su acertada crítica a las acciones y decisiones del poder.

Desde luego, hay mordacidad y fuerte ironía en ese genial dibujo, pero también subyace una terrible verdad que estamos empezando a vivir los desconcertados mexicanos: la elusión y hasta abierta violación no sólo a leyes secundarias o reglamentarias, sino al mandato legal superior de la República, la Constitución, jurada siempre por los mandatarios y sobradamente desacatada por quienes acceden al poder.

El actual gobierno invoca repetidamente el ejemplo de Juárez, que supuestamente gobernó con austeridad y con decisión en el mando. Pero se omite decir que en tiempos de Juárez el país estaba más pobre que nunca: ¡sin un centavo en la tesorería!, endeudado, invadido por ejércitos extranjeros y con un emperador austriaco de por medio (quien gobernaba por cierto con ideas liberales y apoyando a los indígenas). Juárez fue presidente –también lo ocultan-14 años, la mayor parte de ese tiempo gobernó con "facultades extraordinarias" que le otorgó el Congreso, por estar en guerra. Mientras, andaba huyendo en su carretela por Guanajuato, Veracruz, Chihuahua, Paso del Norte. Las reelecciones de Juárez no eran democráticas y siempre hizo maniobras para mantenerse hasta la muerte en el poder, mismo que detentó en la lejanía con su gabinete civil, gracias a que en los campos de batalla varios militares se portaron patrióticamente y salvaron a un gobierno "correlón y pedorro" (como decía el recordado historiador oaxaqueño Don Guillermo Reimers). El actual gobierno desconoce y omite también la grandeza de los generales que salvaron a Juárez, a Lerdo y demás liberales fugitivos. Fueron redimidos políticamente gracias a Porfirio Díaz, Juan N. Méndez, Jesús González Ortega, Mariano Escobedo, Sóstenes Rocha y otros más, a quienes el "patricio" de Guelatao pagó con desdén y con desprecio, por eso algunos se rebelaron.

En la campaña electoral de 2018, se oía y se leían algunas consignas, como "amor y paz", "no habrá venganza", "conciliación", antecedidas por la "república morosa" y otras semejantes como aquella "honestidad valiente", que parecían predecir un gobierno de unidad, equitativo e igualitario, donde no habría divisiones, ni rencores, ni odios. Esperábamos un gobierno para todos, sin distingos, sin resentimientos, sin adjetivos calificativos ni denostaciones a quienes diferimos de la prédica y sermones del oficialismo. La verdad es otra: para el poder en turno, éste es un país de buenos y malos; los buenos son supuestos "liberales" sin referencia siquiera lejana de la Generación de 1857; los malos son muchos: los "conservadores", los "neoliberales", los "fifís", "los tecnócratas", los "pirrurris", los "fantoches", los "doble cara", sin que haya franqueza en señalar por su nombre a esa turba de adversarios que tanto incomoda al presidente, pero que sutilmente se insinúa quiénes son y a quienes se hacen advertencias y se exige transparencia, cuando ésta corresponde precisamente al gobierno.

Todo indica que no sólo las leyes en vigor son materia de transgresión. También se transgrede a la naturaleza con la aplicación de políticas públicas anticuadas que solo dañarán al medio ambiente y que están generando mayores costos para el erario. La verdad es única, el error es múltiple y a éste último se acoge la actual administración.

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