No entiende el que no quiere

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Camilo Estrada Luviano


Abril 24, 2019

El hecho de que AMLO sea el presidente de la República es el resultado de las elecciones del 1 de julio de 2018, y por él votó la gran mayoría del electorado; es decir, la mayoría de los electores decidieron poner un "hasta aquí" a la política de saqueo y entreguismo de los neoliberales que para hacer eso se habían convertido en campeones de la corrupción y de la no transparencia en las acciones del gobierno que ellos detentaban.

Se ganaron las elecciones y en una gran parte del gobierno, no en todo, se instaló una nueva fuerza política, representada por Morena, que desplazó tanto al PRI como al PAN y a los demás partidos políticos --verdadera morralla--, coautores de las medidas neoliberales que se habían venido implementando.

Pero el presidente de la República es el presidente de todos los mexicanos, no sólo de Morena. Lo mismo sucede en el Poder Legislativo: los diputados son representantes populares, cada uno de los diputados representa a todo el pueblo mexicano; y los senadores son los representantes de todos y cada uno de los estados que constituyen la república que se llama Estados Unidos Mexicanos. El Poder Judicial tiene otra mecánica, pero éste tampoco es de ningún partido.

Así empieza la 4T. Cambió gran parte del gobierno, pero no cambió el poder; éste sigue en las mismas manos. Sin embargo, el nuevo gobierno ya no está en las manos de los neoliberales, sino "en manos del pueblo", pero los neoliberales también forman parte del pueblo y esto significaría que ellos también tienen el gobierno, ya que éste es para todos los mexicanos. Este hecho no tendría la mayor importancia si el poder hubiera cambiado de manos, cosa que no sucedió. Así que tenemos que razonar no con lo fenoménico, sino con lo que realmente sucede en la generación de riquezas, y no sólo con la distribución de lo producido.

No significa que la distribución no tenga importancia; sí la tiene, porque es en ella donde se canalizan los recursos generados, y si hay corrupción, se beneficia solamente a los "privilegiados", a los partícipes por acción u omisión de ella. Pero la explotación sigue existiendo, y es la existencia de ésta lo que genera disparidad entre la población.

Sin embargo, corregir la mala distribución de la riqueza es sólo un primer paso, paso al que no pueden oponerse todos los beneficiarios de la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, pero sí una parte de ellos: los más lángaros, aquellos que en su avidez son capaces de provocar hasta el finiquito del actual modo de producción.

Y la 4T no pretende dar este finiquito, sino sólo transparentar el manejo de lo que tiene el gobierno, nada más. Para lograr esto le es indispensable acabar con la corrupción y transparentar todas las acciones del gobierno, y con esto espera frenar y quizá revertir la abismal desigualdad económica existente entre los mexicanos.

La situación es bien clara: si no se corrige el rumbo, si no se acaba con las políticas neoliberales, si sigue la corrupción y los arreglos "en lo oscurito", la guerra se extendería y se agravaría más, y la 4T pretende que eso no suceda. Ante esto no entiende quien no quiere entender, porque no se está haciendo una revolución; no se pretende cambiar las relaciones de producción existentes; la ganancia seguirá siendo el objetivo de los explotadores. Sólo se trata de limpiar la casa… y ya..., todo lo demás seguirá igual.

Los cambios que se hacen y que se harán únicamente serán en el ámbito del gobierno; en la esfera de la producción seguirá muy campante el capitalismo, y ahí dominan otros valores.

Ciertamente, la política económica puede introducir algunos cambios, pero éstos no tocarán nunca en lo esencial el modo de producción dominante, sino que ampliará más su campo de acción. La explotación seguirá existiendo, y con ella este tipo de ganancia; por lo tanto, queda bien claro que el enemigo no es la 4T, sino los que se oponen a ella, con las acciones que sean.

 

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