Viernes 26 de Abril de 2019

Esta mañana vi a un perro comerse sus heces y me recordó a un escritor sin talento. ¿Será acaso que sólo en los sueños somos reales? ¿O quizá es mi terquedad por no aceptar lo que una vida tranquila puede depararme? Despierto y aparecen ante mis ojos los créditos de vivienda, las tarjetas de crédito y departamentales que logran tener a una familia satisfecha.

Todo parece tan fácil, seguir las reglas y morir; encontrar una mujer en la que puedas confiar tu número de cuenta y no te mire con lástima después de suspirar. El coito que te envalentona y te enorgullece de tu condición: lo efímero de la felicidad ficticia y el clímax que termina en repulsión. Las personas que me rodean viven de engaños que les permiten ir a la cama sin remordimiento: afectos alimentados por la soledad y el miedo a comer solos.

Depositamos nuestra vida en una mentira y cuando algo real sucede lo anhelamos con ahínco y resignación, envueltos en lágrimas que saben a nostalgia y desgracia. ¿Dónde empieza y termina la felicidad? ¿En la sonrisa amorosa de nuestra madre? ¿En los suaves pechos de una mujer? ¿En el sonido de su orgasmo? Quizá países lejanos nos puedan dar un poco de tranquilidad y sentido a lo que pareciera asfixiarnos sin remedio. Siento lástima y mucha desazón por descubrir lo pequeño e inmenso de lo que está hecha la felicidad. Sin embargo, me enorgullece mi gallardía en la búsqueda de un sentido superior que me aleje de las diversiones superfluas y vacías.

Tengo fe en las miradas tiernas y sensibles que se muestran frágiles ante la maldad que nos carcome. ¿Tan poco tenemos que ofrecer que únicamente nos valemos de lo corporal? Hombres que no pueden amar, mujeres insatisfechas, desamor y rencor. ¡La paz se ha ido! La vida se burla y nosotros soñamos. Todo se resume a encontrar mentiras que nos permiten continuar el camino, paradas que nos llenen de provisiones para soportarnos a nosotros mismos.

La literatura y la ficción nos proporcionan certezas, nos permiten soñar que algo maravilloso puede suceder, nos hacen conscientes del tiempo y sus consecuencias, nos permiten observar el reloj y notar su recorrido que marca la sentencia. Estamos condenados a presenciar una muerte dolorosa o una boda que dejé sin fotografía el amor de nuestra vida. Escucharemos las campanas del entierro a lo lejos y a la derecha el vestido blanco de la mujer que añoramos. Qué poco racionales somos y qué ligada está la pasión a lo sentimental.

Esta noche vi una fila de personas esperando ver una película que los saque de su entorno y memes que alimentan la tragicomedia diaria. Un dicho popular dice: cuéntale a la vida tus planes y se burlará. No estoy de acuerdo. La vida se burla desde un principio y nuestro deber es soñar. Todos buscamos consuelo.