¿Evangelio de odio?

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Mario DE VALDIVIA


Abril 27, 2019

"Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí". San Mateo 10:35-37.

 

¿Coincidencia?

De manera ingenua y peregrina, muchas gentes pensantes y deseosas de un cambio se sumaron a 30 millones de votantes, imaginaban que México iba a constituirse en una arcadia de bondad, de pureza, de honradez gubernamental y que, con la sola presencia de un nuevo presidente, se iba a acabar la corrupción, el influyentismo, el amiguismo y el nepotismo. Todo se ha esfumado en un ambiente de contrariedad y odio.

 

Se esperaba, que el nuevo gobierno cumpliera con la ley, que la justicia se procurara y se administrara conforme lo dicta nuestra Constitución Política y de las leyes de ella emanan. En un país de leyes y donde supuestamente prevalece el derecho, la justicia se aplica precisamente conforme ese marco legal. Inventar justicia de manera subjetiva es algo que puede terminaren anarquía, en un gobierno sin brújula y en donde cada quién "hará justicia" por su propia mano.

 

En campaña permanente desde 2006, cabría la suposición de que el candidato ganador contaba por lo menos con un proyecto bien articulado de nación, con planes económicos para generar empleo, para acabar con la delincuencia, para hacer crecer el Producto Interno Bruto y, de manera particular, gobernar para todos.

 

El actual presidente de México prometía una "república amorosa", "amor y paz" como lema de campaña, pedía "serenarse" a quienes disentían de sus puntos de vista. Llevaba muchos años recorriendo el país y se fue percatando de algo que ya estaba diagnosticado no sólo por instituciones como el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), sino también por organismos internacionales a los que pertenece México, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Fondo Monetario Internacional, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), entre otros: el gran nivel de pobreza , ancestral y milenaria, que el país ha padecido y que ninguna supuesta transformación ha logrado aliviar.

 

El presidente se percató de que hay millones de pobres y debe sacárseles de la pobreza. Pero ¡Oh sorpresa! La solución aplicada, sin una evaluación de sus consecuencias, fue una infeliz ocurrencia: usar dinero del erario a discreción, y repartirlo en "programas sociales" o barriles sin fondo; y lo más erróneo, obsequiar a los "ninis", jóvenes sin empleo, sin estudios, sin experiencia un estipendio mensual superior al salario mínimo que reciben personas que si trabajan. En suma, el diagnóstico de pobreza estaba claro. La solución es cambio, errónea, pero deja muchos votos.

 

Lo que ya se observó en casi cinco meses de gobierno "morenista", es que la población ve con resquemor y cautela las políticas públicas mal emprendidas por el gobierno, lo cual puede ahuyentar capitales y por tanto dejar de generar empleos. La inseguridad cabalga a mayor escala que en los últimos meses del gobierno anterior. No hay amor, no hay paz, no hay conciliación. Hay odio a la disensión.


El presidente invoca siempre citas bíblicas como el amor al prójimo, las bienaventuranzas, el cielo para los pobres, el infierno para los ricos. recurre a una pretendida aplicación de la bondad, la mansedumbre, la pobreza y otras expresiones que parecen dar calidez al ambiente ya muy crispado. En la novela Ladrón de esperanzas, de F. M. Moreno, dice que el personaje, "ama tanto a los pobres que desea se multipliquen", lo cual parece cierto ante lo que está ocurriendo en un país ya polarizado, lleno de rencores, de odio, de resentimiento, de frustración social en las alturas de un poder realmente confuso y confundido. México puede ir ya en camino de ser más pobre. Tal parece que la cita de San Mateo es la práctica del régimen.

 

 

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