La sal en nuestros labios o la poeta Amalia Bautista
Cuando leí La mujer de Lot, uno de los poemas de Amalia Bautista, me cautivó
Cuando leí La mujer de Lot, uno de los poemas de Amalia Bautista, me cautivó. Parecía como si mi propia y voluble existencia entendiera de dónde había surgido: de la entraña. No sólo a mí han encantado -atraer o ganar la voluntad de alguien por dones naturales- estos versos: sé que ellos, en especial, han sido los más replicados, comentados y sentidos de la extensa obra poética de la poeta española. La espina que inspiró dicho poema fue tomada del Evangelio de San Lucas; que es a la vez la espina dorsal de esta obra poética. A mi sentir, la escena evangélica es la metáfora de una constante de los tiempos que corren: la mujer que no tiene nombre porque basta con decir que es la esposa de..., la cual se rebela para pasar a la historia, aunque sea por haber desobedecido. Los poemas de Amalia nos muestran la otra cara de la moneda, que dicen es la peor, y en esa analogía de Lot, quizás lo que no sabemos es que la mujer, lejos ser un epítome del castigo por la rebeldía, podría ser un ejemplo de quien, ante todo, siguió lo que el deseo y los rastros de sal en la boca le dictaron. Desde 2007 me dediqué a buscar los poemas por Amalia publicados. De a poco, descubrí que el imán de su obra es la fuerza y la verdad femeninas que van desnudando la cotidianidad con prístino lenguaje. Cada uno de los escritos de la poeta resulta un dardo al blanco de la desorientación, surgidos de lo que pudo haber sido, de lo que debería ser y del ser; de igual manera, son la resulta del nudo entre la pasión y la idea de lo que es el amor. En cada verso: la incapacidad de disfrazar de otra cosa al deseo. En cada frase: la voz irónica de la mujer que sabe que cada arquetipo social, cultural y literario es una necesidad de encorsetar su naturaleza y su instinto; ése que la hace actuar como actúa, en pos de encontrar respuestas propias al mundo existente. Al final de la lectura, me queda permanente la idea de que los poemas de Amalia Bautista se vuelven hacia atrás, siempre hacia Sodoma: preferible ser una estatua de sal, por seguir el deseo profundo, que alcanzar la salvación junto a Lot, cuya vida es previsible. Amalia Bautista, 1962, pertenece a la generación de magníficos poetas españoles entre los que se encuentran Carlos Marzal, Benjamín Prado, Alberto Cuenca, Luis García Montero; y Destraza Ediciones apenas publicó una antología que resulta ser un diminuto monte de los granos de sal que aparecen en cada uno de sus versos. Los granos de sal dejados por la pasión y la convivencia, por los reencuentros con ese otro ser que decimos amamos y que nos complementa -mientras él asiente-, pero que, al darse la vuelta, se siente forzado a estar, a convivir. Espero que, como yo lo hago cada vez que leo a Amalia, el lector que la lea se quede también con ese preciso sabor que deja tras un periodo de larga deshidratación, un trago de agua que no elimina del todo, pero alivia, la sal de nuestros labios. |
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