Martes 07 de Mayo de 2019 |
En esta última semana de abril y primera de mayo de 2019, nuevamente se puso en la mesa de las discusiones un país de América latina. Ahora le correspondió a Venezuela, con la primicia y celebración de los medios de comunicación de la salida del país sudamericano de la OEA (Organización de los Estados Americanos); salida y renuncia basada en razones tales como la decisión de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, que, como organismo, forma parte de la OEA, de hacer responsable al Estado venezolano de la violación a los derechos humanos de diversas personas. Paradójicamente, después de esa celebración, el día martes 30 de abril de 2019, se hizo una intentona de golpe de Estado que, finalmente, no procedió; pero que ha provocado más complejidades, principalmente, con las dificultades para tener un conocimiento exacto de lo que está sucediendo en ese país: pues, pese a la tecnología de los medios de comunicación, desafortunadamente, en este caso son los monopolizados los que sostienen su verdad de las cosas. Por tanto, se cuenta con noticias totalmente polarizadas: desde Argentina y Bolivia, se dice una versión y desde las cadenas de televisión provenientes de Estados Unidos de América se dice otra totalmente distinta de los sucesos en Venezuela. Esto es prueba de lo que se denomina como el poder comunicacional: poder que está por encima del poder de los Estados. "El poder mediático es privativo, es vanguardia. Destruye e invade las subjetividades," cita el profesor José Pablo Feinmann (Filosofía política del poder mediático, Buenos Aires: Editorial Planeta, 2013). Por ello, lo que se observa en los medios de comunicación monopolizados, respecto a los sucesos que se están presentando actualmente en Venezuela, por ejemplo, no ayudan para aclarar el desconocimiento de la gran mayoría; no tenemos pleno conocimiento de lo que está sucediendo realmente ni el alcance que esto tiene. Hoy vivimos con muchas incógnitas de los sucesos que se han presentado en la historia de la humanidad, como es el caso de que el hombre nunca llego a la luna -prueba de ello es que no ha habido más viajes a la luna-, que la guerra del golfo del primer Bush, la denominada "tormenta en el desierto", nunca se llevó a cabo y muchos más sucesos que se han presentado (o no) en una historia donde unos se narran sin existir y otros existen sin ser narrados, como es el caso de los bombardeos ingleses y norteamericanos a ciudades del sur de Alemania una vez que estaban rindiéndose los propios alemanes en la segunda guerra mundial (Bauman, Zigmunt. Modernidad y holocausto, Madrid: Ediciones Sequitur, 2010). Por ello, hoy existe una tendencia denominada: la pos verdad, que significa ir más allá de la verdad, en este caso en particular, de la verdad oficial de los medios de comunicación globales. Lo cierto es que en Venezuela hay un pésimo gobierno, que la ignorancia de sus altos funcionarios aflora, que no hay un Estado democrático ni, por lo menos, democracia representativa; pero también es cierto que la injerencia de los yanquis es cada día más aguda, que en Venezuela no podría haber oposición sin que no estuviera subsidiada por la embajada de los Estados Unidos de América. Así, pues, lo único que es verdad es aquella sentencia de Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina, Ciudad de México: Siglo XXI editores, 2009), que indica que la única forma de evitar los golpes de Estado es que no haya embajadas de los Estados Unidos de América, pues nunca ha habido golpes de Estado en este país debido a que no hay embajadas suyas en su propio territorio. Es claro que hoy gobiernan esos poderes mediáticos que ponen a la disposición de sus intereses la propia historia.
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