Los frutos del consenso

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Miguel Barbosa Huerta


Mayo 10, 2019

Si todo ocurre como lo esperado, cuando estas líneas se publiquen, la mal llamada reforma educativa estará abrogada y el Congreso de la Unión habrá aprobado la transformación más profunda de nuestro sistema educativo en lo que va de este siglo. En el primer año de esta Legislatura, la aprobación de esta reforma fue la más compleja, requirió de muchas horas de trabajo en comisiones, en el Pleno y hasta un periodo extraordinario, convocado casi inmediatamente después de haber terminado el segundo periodo ordinario. Tenía que ser así, pues resulta fundamental para cumplir con las metas previstas, y que el próximo año escolar inicie de acuerdo a este marco legal.

Esta reforma es producto del consenso. Es una reforma positiva. Si bien fue una promesa de campaña, lo que presentó el Ejecutivo fue producto de múltiples foros que a partir del mes de julio del año pasado se realizaron en todo el país. Ya en el Congreso de la Unión, se realizaron audiencias públicas en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República.

Se consultó a especialistas, se consideró la opinión de padres de familia, del magisterio y las propuestas del resto de las fuerzas políticas representadas en ambas Cámaras del Congreso de la Unión. De este proceso de parlamente abierto y construcción de acuerdos se explica el alto nivel de legitimidad y de aceptación de la reforma.

Esta reforma cumple con tres propósitos básicos. Uno: abroga la mal llamada reforma educativa, porque elimina de manera definitiva la evaluación punitiva de los profesores. Dos: cancela toda posibilidad de la venta de plazas y de que las organizaciones corporativas controlen el acceso a los puestos magisteriales. Tres: coloca al estudiante en el centro del proceso educativo. No sólo se retoman las materias de historia y civismo, también se da un impulso fundamental a las ciencias, a las culturas de los pueblos originales y al humanismo.

La educación se coloca nuevamente como el eje fundamental del cambio y del desarrollo social, como se hizo con el impulso educativo de José Vasconcelos al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP); como el apoyo a la educación pública que dio el general Lázaro Cárdenas, que entre otras cosas, creó el Instituto Politécnico Nacional.

La Cuarta Transformación coloca a la educación en el centro del cambio social. Por primera ocasión en más de treinta años, las prioridades educativas se definen dentro de nuestro país y no desde el exterior, como ocurría en los gobiernos neoliberales.

El magisterio fue uno de los sectores más afectados por la mal nombrada reforma educativa. Primero fueron marginados de las decisiones, y después estigmatizados. Quisieron acabar con las organizaciones de los profesores, pero no lo lograron; ahora fueron una parte fundamental en la elaboración de esta reforma. Esta reforma fue producto del consenso, de una estrategia del diálogo, de la búsqueda para la construcción de acuerdos, un proceso en el cual todas las fuerzas políticas participaron. De manera muy especial debe mencionarse la actuación de los dos coordinadores parlamentarios de Morena en el Congreso de la Unión: Mario Delgado y Ricardo Monreal.

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