Jueves 09 de Mayo de 2019 |
Hablar de la madre es hablar de un universo lleno de vida, pero también es un universo que nos devora y que se devora a sí mismo. Algunos tienen la suerte de contar todavía con ella. Algunas mujeres tienen la dicha de ser madres y otras de haber sido madres y de sentir en carne propia la pérdida de un hijo. La figura de la madre siempre será polémica. Para celebrar, conmemorar, o sólo para recordarla (y recordárselas a algunos) presento aquí una selección de dos fragmentos de la novela Palinuro de México de Fernando del Paso, en donde el personaje principal –Palinuro– se refiere a su madre fallecida de manera muy singular: "Y mamá era una palabra tan viscosa, tan gastada por los tiempos y las epidemias. Porque decir mamá era condescender con las miserias de un lenguaje inocente, era tratar de rodearla de zoológicos y fiestas de cumpleaños y adjudicarle una cabeza blanca y unas arrugas inolvidables, cosas que mamá nunca tuvo o que al menos Palinuro no recordaba que hubiera tenido. Aunque mamá, por otra parte, era una señora chiquita que nació un poco vieja y viéndola bien, viéndola de cerca con una lupa, observando su piel seca, sus deseos insatisfechos, las fotografías de la quinceañera que juraba haber sido alguna vez cuando era novia de papá Eduardo y leía Brujas La Muerta y se asustaba con las gárgolas de la catedral que espantaban al diablo y se maravillaba con los ángeles que tenían cabellos de tripas de violín y alas en forma de arpas, viéndola bien mamá era adorable, bella como el álgebra, con una bondad espesa y casi inmerecida, y una perversión que le alambraba las vértebras. Mamá, que siempre le dijo: nunca me faltes, y ahora ella le faltaba en la bendición y en los adioses, en las direcciones de las cartas y en las mentadas de madre. Mamá (y podía repetir esta palabra hasta el infinito, hasta que perdiera todo sentido y pasara a significar cualquier cosa: un riñón, una tortuga, una sandía). Mamá, carajo, que se le hundió como una catedral se hunde en el mar, expectorando espumas verdes. […] Mamá La Pobre, Mamá La Bruja, Mamá La Muerta, que se quedó tan sola con su camisón azul, sus zapatos plateados y su sombrero de plumas, tan pobre, tan tiesa, tan llena de silbidos y laberintos y copos de nieve vieja, tan llena de hongos y jaleas, tan porosa, tan verde, tan hinchada, la pobre, tan podrida. Mamá cochina, que se hizo pipí en los brazos de Palinuro cuando la llevaba al hospital. Mamá cochina, que se hizo polvo en la tumba, que se hizo malvavisco, la pobre. Y luego mamá y las embolias, mamá y los coágulos, mamá y su entierro, mamá y las lágrimas, mamá y el retraso imperdonable, de años, quizás, entre la idea que tenía Palinuro de su muerte y esa realidad que se le mostraba ahora, desnuda como un país sin respiraderos." |