Contra el estrés en el lugar de trabajo

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México encabeza la lista de países con mayor número de personas que padecen estrés, según la Organización Mundial de la Salud. Lo anterior representa alrededor de un 75% de personas afectadas, superando a China con un 73 por ciento o Estados Unidos con un 59%. Derivado de lo anterior, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ha comunicado la publicación de la Norma Oficial Mexicana NOM-035-STPS-2018, sobre factores de riesgo psicosocial en el trabajo-identificación, análisis y prevención.

Esta publicación ha desatado una discusión importante. ¿Hasta qué punto puede la organización velar por la salud emocional de las personas?, ¿es responsable el líder de conocer y controlar los niveles de estrés de su equipo?, o, ¿de qué manera pueden las personas de una organización reducir estos niveles?

Se ha demostrado que hay factores individuales que afectan los niveles de estrés, como son la personalidad (los hay más proclives o sensibles al estrés que otros) o el estilo de vida (lugar de residencia, tamaño de la familia, etc.). También se ha demostrado que en los niveles de ansiedad influyen factores ambientales, familiares y laborales; es decir, no todo deviene del trabajo.

Sin embargo, también se ha demostrado que una de las fuentes de estrés más importantes deviene del trabajo, y éstas incluso invaden otras esferas como la personal o la familiar (como puede ser el tema del balance trabajo-familia).

Ahora bien, es de destacarse que lo publicado constituye un esfuerzo importante para reducir lagunas o ambigüedades en la legislación laboral hasta ahora acarreadas. Esta norma se ha ocupado de definir criterios claros de lo que se pretende regular, cómo y quién debe diagnosticarlo, darle seguimiento y documentarlo.

De hecho, si se revisa la publicación y los instrumentos en ella, se puede ver que las obligaciones de mantener estos niveles de salud son para el patrón y para los trabajadores. Es decir, la responsabilidad es compartida y será evaluada a través de diagnósticos (encuestas) que, se pide de manera explícita, cumplan con niveles rigurosos de validez y confiabilidad para saber que se está midiendo lo correcto, a través del instrumento correcto y con un número de personas que sean representativas de la población de la organización en cuestión.

No obstante, ¿es posible que la organización controle estos aspectos? Lo demostrado hasta el momento indica que en gran medida lo es. ¿En qué tipo de procesos, o a través de qué acciones? He aquí algunas sugerencias de lo demostrado por estudios hasta el momento.

Desde el diseño del empleo, las descripciones y perfiles del puesto, la cantidad y calidad de las tareas que una persona debe realizar deben ser acordes al tipo de persona contratada, su personalidad, desarrollo y cualificaciones. Si una persona no se siente capaz o en control de su trabajo, los niveles de impotencia, ansiedad y estrés se incrementarán. Esto involucra que las metas de cada puesto sean retadoras pero alcanzables en tiempo, recursos brindados y capacitación del personal.

En la eficiente distribución de tiempos y espacios, uno de los factores que generan mayor ansiedad es la sensación de que las 24 horas son insuficientes para el cumplimiento de las tareas asignadas. Esto se incrementa cuando, adicionalmente a las tareas, existen juntas interminables, eventos sin fondo o trámites sin propósito. En un país en el que los traslados son cada vez más largos, es imprescindible que las horas que pasamos en la oficina sean muy productivas. Lo mismo ocurre con los espacios, los cuales deben cumplir con especificaciones de diseño industrial, para reducir tiempos y movimientos. Desde la adecuada iluminación, acústica, conectividad, hasta el lugar en donde se encuentran los centros de trabajo, contemplando la distancias, tráfico y seguridad, entre otros.

Estos últimos aspectos, si bien no son variables controlables al cien por ciento por la organización, se deben tomar en cuenta en la determinación de responsabilidades de cada persona.

Por último, el liderazgo y el ambiente que se propicie en los equipos de trabajo constituyen un factor importantísimo en el incremento o disminución de los niveles de estrés. La capacitación de los directivos es de vital trascendencia, así como lo es tener una comunicación adecuada, un ambiente justo, de respeto y sin acoso (de cualquier tipo).

Por último, es recomendable que trabajadores y patrones vean que, más que una norma impuesta y que hay que cumplir, esto constituye un esfuerzo importante por mejorar nuestra calidad laboral y de vida. El que una organización cumpla y mejore continuamente en estos temas no sólo le evita sanciones, sino que la hace más atractiva para el mercado laboral y, por ende, más competitiva a nivel nacional e internacional.

 

* Profesora Investigadora en el Departamento de Gestión y Liderazgo, Región Sur

Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey en Puebla

[email protected]

@LIZSPHILIP2

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