Proyectos metropolitanos o proyectos sub regionales

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En relación a su diferenciación en materia de extensión geográfica, tamaño de población, sistema de ciudades o estructura urbana, no me parece que exista diferencia cualitativa fundamental entre proyectos metropolitanos y programas regionales que tan solo operan como niveles de planeación. En ambos se busca potencial para generar desarrollo; en ambos hay incertidumbre que obliga al político sagaz a generar acciones de convergencia, concurrencia, transversalidad en la política pública; es decir, transparencia desde los propósitos hasta en la fase última de la instrumentación de los planes que es la evaluación de resultados. Hay también entre ambos niveles, una necesidad de justificación social mayúscula que obliga a la planeación estratégica de largo plazo, ora plasmada en cartera de proyectos, ora en inversiones privadas con responsabilidad social.

Por su alcance, tales acciones movilizan a casi todos los sectores de gobierno, detectando áreas de oportunidad en la gestión e instrumentación jurídica, la formación de comisiones ad hoc y promoción de participación público-privada. Cuando el objetivo es alto hay que mover todas las piezas; visualizar diagramas de encrucijadas; definir escenarios y precisar estrategias de avance y retroceso. Reconocer el riesgo de fallar. Alertar el engendro de elefantes blancos, decodificar la percepción ciudadana enemiga de lo faraónico, de lo intocable. Ahora bien, la contraparte es la mucha probabilidad de éxito, cuando el diseño de programas y proyectos se concibe con total transparencia.

Saber que la modernidad puede ser real y no de espejismos sería gratificante para el organismo social. Ejemplos de modernidad en Puebla muestran destellos: el bloque histórico del avilacamachismo, quien con simplicidad de su proyecto industrial endógeno dio lugar a un modelo social y de ciudad, hasta cierto punto paradigmático…mismo que luego fue satanizado por los impulsores de proyectos industrializadores del capital exterior, erigidos en verdugos de la utopía inconclusa del desarrollo hacia adentro, de la sustitución de importaciones o desarrollo estabilizador. El tiempo largo afirmaría tenencias inmobiliarias per se, replicables. Pues bien, el capital internacional al cabo se erigió, más que como mal necesario, como un becerro de oro, salvador del empleo nacional y con torrentes de inversión extranjera directa. No es de asombrarse que ante la mimesis de modernidad que se vive en Puebla haya sobre oferta de oportunidades de inversión...inmobiliaria.

Así como antes se decía que era un error personal vivir fuera del presupuesto, ahora parece ser un error vivir fuera del ámbito de la inversión extranjera, si es financiera mejor.

Esta misma mentalidad anacrónica desde la teoría urbana, es la que se manifiesta en los grandes conjuntos urbano arquitectónicos que súbitamente emergen y otros que por igual expresan ansiedad por reproducir el consumo transcultural.

Y aquí el punto: plazas, clúster, mega plazas, mini plazas, terrazas y azoteas del Centro Histórico endiosados por ciertas mentes posmodernas, pues no hay alternativa han dicho algunos. Gobiernos de todo tinte están igualmente fascinados por montarse a la cresta de la ola del urbanismo apologético de la modernidad funcional. ¿Qué delatan las torres semi vacías, sino consumo alienante e inversión inútil simulada. ¿Qué acusan los municipios periurbanos de la ciudad de Puebla?, sino el operar como reservas urbanas especulativas.

¿Qué no se hizo bien?, ¿Qué se dejó de hacer en lo sub regional o lo metropolitano? Creo que mucho de lo que era elemental y de costo casi cero. Entre ello, descentralizar, desconcentrar, "desconcentrar centralizando", o sea, avanzar sobre múltiples centros alternativos, bien conectados por grandes líneas de la estructura urbano regional. Grandes líneas de movilidad articulando territorios selectos de habitabilidad sustentable. Pero los gobiernos locales tenían prisa para hacer obra pública, aún de sospechosa utilidad.

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