Jueves 20 de Junio de 2019
Y sucedió que al tiempo de dar a luz, he aquí, había gemelos en su seno. Aconteció, además, que mientras daba a luz, uno sacó su mano, y la partera la tomó y le ató un hilo escarlata en la mano, diciendo: "Este salió primero." Pero he aquí, sucedió que cuando él retiró su mano, su hermano salió. Entonces ella dijo: "¡Qué brecha te has abierto!" (Génesis, 38:27).

Cuando era pequeño me imaginaba qué se sentiría tener un hermano gemelo. Observar a ese otro ser que pretendidamente es igual a uno y sin embargo es otro. Soy yo y no soy yo al mismo tiempo. Pasados los años, pensé que era mejor tener a un hermano diferente a mí, pues pensarnos como únicos es una muestra máxima de egoísmo que se disfruta por mucho tiempo. Pensaba que de tener a un gemelo, a un ser igual que yo, en algún momento tendría el deseo de que desapareciera. O de hacerlo desaparecer por mis propios medios. Acabar con el otro que es igual que yo, como deseo primario de egoísmo.

Isa González nos presenta en Tóxica(s), la historia de Ana y Susana, dos gemelas que tienen vidas disímbolas pero que se encuentran unidas más allá del rasgo de sangre que es común en los mellizos. En el caso de Ana y Susana, lo que las mantiene unidas es la necesidad de diferenciarse. Saber que una no es la otra y que una es mejor que su hermana, y a toda costa será necesario demostrarlo. Ya sea porque una tiene mejores atributos morales o porque busca ganarse el cariño de la gente que las rodea.

La novela arranca con un augurio: Ángel, el primo de ellas, observa con temor y curiosidad el momento en el que la madre de las gemelas las baña; son apenas unas bebés y al patalear dentro de la bañera y salpicar el agua lo bautizan.

A partir de ese momento es claro para el lector la relación que ambas mantendrán con Ángel.

La vida de una en una tienda de antigüedades nos hará trazar una línea hacia los recuerdos que permanecerán y que se niegan a perderse en las tinieblas de la memoria.

La vida de la otra en una funeraria nos hará recordar que la muerte está detrás nuestro, latente siempre.

Las líneas de vida corren paralelas, con la intención normal de que no se toquen nunca hasta el infinito. Sin embargo, estas paralelas sí tienen un punto de toque: los recuerdos y la muerte.

Los guiños hacia Allan Poe y Juguete rabioso de Roberto Arlt mantienen al lector en una línea retorcida y llena de locura. ¿Acaso puede uno permanecer impávido al ver que ese ser que es nuestro idéntico está buscando matarnos?

Las voces de Ana y Susana en Tóxica(s) nos hacen pensar en que ambas están buscando la raíz del eco que las hizo aparecer, como si al encontrar ese germen de su existencia entendieran la razón de su comportamiento.

Juzgar a Ana o a Susana a partir de lo que realizan, sería no entender el comportamiento humano: envidia y rencor como forma de relacionarse y de mantener un lazo inquebrantable. La novela sacude en muchos momentos por la exploración de diversas formas de erotismo, formas experimentales favoritas en la literatura de Isa González.

La candidez aparente –detrás se esconde la perversión– con la que cierra la novela nos lleva a pensar que en cualquier momento podemos formar parte de los planes de una mente que busca jugar con nosotros.

Tóxica(s) de Isa González, Librosampleados, Colección Arrebatada. México, 2019.

@metaoscar