Martes 23 de Julio de 2019

"Cuando el Estado se hace dueño

de la principal riqueza de un país,

corresponde preguntarse quién

es el dueño del Estado"

 

Eduardo Galeano

 

¿En verdad vivimos en tiempos de libertad?, ¿realmente el Estado protege los derechos de libertad?, ¿la seguridad pública implementada por los Estados protege las libertades de los ciudadanos?, ¿no será que están asfixiándonos? Estas preguntas de verdad que no tienen respuesta contundente para enfáticamente afirmar que vivimos en tiempos de libertades; por el contrario, pareciera que, lejos de contar con libertades, vivimos en tiempos asfixiantes.

Resulta que las políticas públicas de derecha siempre han sostenido que pretenden proteger los derechos de libertad para que, con libre autonomía, cada quien pueda planear su futuro. Ahora bien, para ello se requiere la seguridad jurídica que brindan las instituciones del Estado. Por su parte, las políticas públicas de izquierda, en particular las que corresponden a América Latina, también dicen abogar por las libertades, pero principalmente de los migrantes, de los campesinos, de los obreros, de los grupos de origen despectivamente llamados indígenas, de las mujeres (sobre el sexismo), de los de piel obscura (sobre el racismo), etc. En este caso, también se requiere seguridad jurídica de parte de las instituciones del Estado. No obstante, con estas libertades que ambas posiciones pregonan, en realidad, está sucediendo todo lo contrario, cuando damos prioridad a la denominada seguridad pública para combatir la inseguridad pública, que se ha convertido en una cortina de humo para que no se piense más en libertades que, ante la inseguridad pública, son meros propósitos triviales.

Efectivamente, lejos de que el Estado, hablando de las naciones del mundo occidental, implemente políticas públicas y leyes que fomenten las libertades, apela por brindar una aparente seguridad pública; la cual, no obstante, si, finalmente, no se sustenta en la seguridad jurídica, nunca ocurrirá. Este fenómeno se observa en esas dos visiones opuestas. En el caso de las políticas públicas de izquierda, con el afán de proteger las libertades de los más necesitados, de los débiles, proponen apropiarse de todo y, como consecuencia de ello, no brindan libertades ni, menos, seguridad alguna (jurídica ni pública). Pero, aún más descaradas son las políticas públicas de derecha, porque, pretendiendo proteger libertades, implementan leyes, leyes y más leyes; luego, reglamentos y normatividades administrativas que rompen con el principio que reza: "todo lo que no está prohibido en la norma, esta permitido", para sostener: "todo lo que no esta permitido en la ley, esta prohibido". Es decir, con las leyes tributarias, por ejemplo, la fiscalización de las autoridades tributarias, la ley anti-lavado y sus regulaciones, las practicas bancarias, el secreto bancario, los denominados buró de crédito, etc., se han encargado solamente, con palabras de M. Foucault, de "vigilar y castigar" a la ciudadanía; pues todo aquel ciudadano de a píe que pretende implementar un negocio, una pequeña empresa o cualquier actividad económica -que el sentido común diría que es lícita-, con tanta regulación, tramitación, tantos permisos, tantas licencias, autorizaciones, se ve asfixiado (y éste pareciera el propósito), se ve imposibilitado de dar un paso adelante por el temor de que se trate de lavado de dinero, de delincuencia organizada, de actividades económicas ilícitas. Ahora bien, esto se debe a que el verdadero pavor de la economía global es que un pequeño enano ciudadano común pretenda hacerse espacio en el mercado dominado y devorado por las empresas globales. Por ello, se han dictado toda una serie de medidas para evitarlo, desde los organismos internacionales, en todos los ámbitos. Se ven, entonces, bancos en calidad de policías de sus usuarios, Estados como inspectores de sus ciudadanos, ciudadanos que, a sí mismos, se fiscalizan en una especie de vigilancia horizontal. Por tanto, se hace imposible la supervivencia de esos negocios, oficinas, despachos, fabricas, talleres, etc., locales, porque, verdaderamente, ambos sistemas sean de derecha o de izquierda, de cualquier forma, están asfixiando al ciudadano.