El siguiente nivel

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Eduardo GÓMEZ GÓMEZ


Julio 29, 2019

Te propongo que retomemos el ejemplo de la construcción de un edificio de 12 pisos (que comentábamos en el artículo de la semana pasada).

Mencionábamos que hay acciones que hoy no ocurren, tales como iniciar toda la obra con el techo del piso 12, o con sus paredes, o con sus columnas. Tampoco sería viable el proyecto sin una estructura y un soporte del edificio. Es decir, realizar el edificio requiere una serie de acciones, algunas de las cuales necesaria e inevitablemente requieren ir una antes de la otra.

Lo mismo ocurre con el proceso de planeación y de evaluación de la viabilidad y factibilidad de la construcción del edificio. Y con ello, comentábamos que es necesario que la planeación considere el suelo real sobre el que se planea desmontar el edificio. Peculiarmente, y aunque en nuestra ciudad estamos tan habituados a ver casas muy parecidas, resultado de las llamadas casas de interés social o medio residencial, que reducen los costos de producción al replicar un mismo modelo en varias casas construidas o edificios, es necesario planear en función del suelo sobre el que uno se propone levantar el edificio, pues las características de este suelo permitirán calcular estimaciones muy específicas a seguir para asegurar que el edificio pueda desmontarse, construirse, habitarse, operarse y mantenerse. Muy probablemente más de un constructor haya visto afectados sus cálculos financieros como resultados de las características del suelo (otros tal vez ni siquiera hayan hecho las evaluaciones y hayan entregado edificios prontos a derrumbarse, tal como hemos visto en algunos pocos casos muy evidentes en los últimos sismos que repercutieron en la Ciudad de Puebla;¡ojo!: no nos referimos necesariamente a los edificios agrietados o que muestran caídas de acabados, y que estructuralmente están firmes).

Así, la planeación requiere un antecedente, un hacer, que en este ejemplo es la realización de estudios de la calidad del suelo. Y después de esos estudios, se regresa a planear, para después continuar con la ejecución, durante la cual eventualmente habrá que hacer ajustes (y por tanto planear en distintos grados, según el tipo de ajuste requerido). Es decir, hay un proceso de planear, hacer, verificar y ajustar.

De manera superficial, "por fuera", sólo vemos el hacer, hacer, hacer, hacer.

Pese a ello, quien está haciendo sabe que hay una fase anterior, y él ve: planear, hacer, planear, hacer, planear, hacer, etc. Esta perspectiva es una forma de ver el tema. El hecho es que necesita determinarse en función de qué se requiere volver a planear, y a partir de ahí tomar acciones que permitan reactivar el planear.

Lo cierto es que cuando se reconoce progreso en la ejecución y logro del objetivo, entonces lo que ocurre es que se está pasando a un "siguiente nivel".

Considerémoslo nuevamente en nuestro ejemplo de la construcción del edificio: una vez pasada la fase de implementación (asumiendo que el proyecto es viable y factible), se iniciaría por la excavación, la cimentación, el armado de cisternas y otros servicios subterráneos, y así hasta llegar a la plancha que serviría de base para los niveles del edificio. En ocasiones, esto puede ser tardado y haber consumido una proporción impresionante del presupuesto financiero, y tal vez el edificio aún ni siquiera haya salido del nivel del suelo en el que estará inmerso.

Una vez en ese nivel, continua el armado de la estructura que se desplantará de ese nivel y que afirmará ese primer nivel que sobresale del suelo, y se construirá la plancha que fungirá de techo de ese primer nivel (o de límite, pues eventualmente es factible poner un plafón que sirva de límite físico de la vivienda) y que eventualmente se convertirá en el piso del nivel siguiente. ¿Te hace sentido?

Y sólo entonces, es posible pasar al siguiente nivel de la construcción, ¿cierto? Esto nos ocurre al aplicar nuestros propios planes, ¿te checha? ¿Y tú pasas al siguiente nivel en tus planes?

 

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