Revolución y reelección

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Mario DE VALDIVIA


Agosto 03, 2019

Harto sabido. Francisco I. Madero, empresario coahuilense, educado en universidades de los Estados Unidos y de Francia, hablaba inglés y francés. Miembro de una de las familias más acaudaladas del norte de México. Con grandes inquietudes y aspiraciones políticas, redactó un famoso libro: La sucesión presidencial, en el cual criticaba la larga permanencia del General Porfirio Díaz en el gobierno y preconizaba un modelo constitucional y político con mucha semejanza al americano: la democracia. Inicialmente quería ser considerado sólo en la boleta electoral como aspirante a la vicepresidencia, pero obviamente fue desdeñado y gracias a esa circunstancia inició un movimiento político basado en el famoso "Plan de San Luis" e invitando al pueblo de México a rebelarse contra el gobierno de Díaz e iniciar un movimiento revolucionario el 20 de noviembre de 1910.

Se le llama "apóstol de la democracia" por haber intentado establecer un régimen basado en la no reelección y en la efectividad del sufragio, algo tan alejado en esos días del discurrir político mexicano. Sabido es, de manera holgada, que la revolución se inició y que Díaz renunció en mayo de 1911 (no fue destituido ni lo derrocaron. Se acogió a los Acuerdos de Ciudad Juárez y abandono el poder, motu proprio). Hubo elecciones, facilitadas por el gobierno aún porfirista y Madero resultó triunfante en unos comicios prácticamente sin oposición. Su lema: "Sufragio Efectivo y No Reelección".

Madero asumió la presidencia el 11 de noviembre de 1911, para completar el período inconcluso de Porfirio Díaz (1910-1916), pero su gobierno, caracterizado por la ingenuidad y la inexperiencia, provocaron que aliados anteriores como Emiliano Zapata se le rebelara con el "Plan de Ayala" haciendo imposible y complicado para Madera gobernar un país tan complejo. Agotó las reservas monetarias que con tanto cuidado habían logrado Díaz y Limantour. Encima de ello, se ganó la enemistad de su antiguo aliado el gobierno de Estados Unidos que a través del embajador Henry L. Wilson le tendió-aquí sí-un complot con Victoriano Huerta, que terminó en la Decena Trágica, el asesinato de madero y la usurpación huertista.

Se le hacen muchas reverencias históricas a Madero, pero su gobernación fue accidentada e ineficiente. Sólo estuvo 15 meses en la presidencia (que no en el poder). Poco se hace pública su actuación gubernamental, si bien se le reconoce honestidad y decencia.

Álvaro Obregón, caudillo militar del "Plan de Guadalupe", carrancista inicial pero no maderista, fue presidente entre 1920 y 1924. Sabido es que traicionó a Carranza (como acostumbraban todos los revolucionarios). Logró que su cómplice político, Plutarco Elías Calles, modificara la Constitución de 1917 para permitir la reelección. Obregón se postuló en 1928 para regresar a la presidencia. Ganó las elecciones (es un decir). Pero antes de que se le nombrara "presidente electo", fue asesinado el 17 de julio de ese año. Un certero balazo de Toral reivindicó el apotegma maderista. No volvimos a tener reelección desde entonces. Con simulaciones y aspiraciones frustradas, México mantuvo el principio que alguna vez también enarbolara Porfirio Díaz en su primera elección de 1876, precedida también de una revolución.

Caudillos militares se reeligieron o pretendieron. Madero, un franciscano de la política (por su humilde actuación) dispuso de poco tiempo y sin apoyos para ejercer gobierno. Su imagen ha sido utilizada e idealizada, pero en realidad no se le respeta.

El tiempo mexicano no puede medirse con relojes de gran exactitud. La veleidad es un sello que prevalece y que nos genera incertidumbre y dudas. Los mexicanos deseamos que por encima de todo se respete la Constitución y las leyes, que con tanta firmeza juran nuestros gobernantes al asumir el cargo. No deseamos convulsiones revolucionarias ni alteraciones que sigan generando desconfianza. La no reelección costó cientos de miles de vidas (o de muertes). ???

 

 

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