Pasajera en trance

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Yussel DARDÓN


Agosto 05, 2019

Pienso en una frase extraña, ajena a las circunstancias de su transcripción, quizá hasta de su concepción; una frase que es quizá una apropiación y que contiene, palabras más palabras menos, un abandono: "viajar, perder países". Esta frase que el catalán Enrique Vila-Matas atribuye a Fernando Pessoa es el epígrafe de un parpadeo, de un guiño del viajero que recorre instantes para ser uno mismo siendo otro.

Es en el ejercicio de viajar que uno conoce y reconoce detalles, aspectos de una vida que conforman un álbum, un diario, una bolsa llena de piedras o arena, quizás; pero también partituras, melodías silentes o recuerdos que a fuerza de causalidades de aparente casualidad detonan la experiencia.

Así es como se presenta Pasajera en trance (Mantarraya ediciones, 2018), libro de crónicas de América Pacheco (CdMx, 1976), autora de este compilado en el que no sólo se habla del viaje y de las experiencias adquiridas, sino del corazón que se deja en cada trayecto, en cómo eso moldea los pasos venideros.

Desde la primera crónica de nombre "Christophe", América se muestra como cronista de lo vital y del impulso, que llega a los sucesos tras bordearlos en un acto: saltar (viajar). Sin embargo, además de aproximarnos a esta característica también entendemos que es el corazón lo que motiva a la cronista, una característica que de inmediato conecta con el lector que se vuelve cómplice de las aventuras, los dislates y los extravíos; pero también de los hallazgos y las omisiones, de los llantos secretos y el dolor matizado por una sonrisa.

Esta historia de dos amantes que se conocen tiempo después de entablar una relación por internet se convierte en el detonador del resto de crónicas.

"Creo, con fervor casi cristiano, que aquel primer viaje a Europa representa el acto de valentía más honesto e inusitado en mi gris e insípida vida. Sólo un suicida –o un pendejo-, acepta realizar un viaje en solitario, al otro lado del mundo, a un país extraño, para encontrarse con un perfecto desconocido," confiesa América en un acto de expiación, como poniendo de manifiesto el carácter que muchas veces acompañará sus viajes.

París, Barcelona, Ámsterdam, Bélgica y Alemania, ciudades que recorre y a las que saluda con vitalidad porque sabe que todo arribo contiene una despedida, un dolor que posibilita la construcción de memoria.

"La metáfora de un arribo o de una partida adquiere registros poéticos, trágicos, hilarantes o lastimosamente cómicos en cualquier viaje. Siempre y cuando se permanezca atento a lo que gira a nuestro alrededor."

Con un lenguaje dinámico, en el que despunta la honestidad y la ironía (arma de doble filo que la autora empuña de gran forma), Pasajera en trance y sus trece crónicas, incluido un epílogo, transita por parrandas, por tráfico de drogas, por amistades que trascienden el momento, por amores y desamores, por la máxima de que es el instante la partícula de la libertad, una libertad que América Pacheco nos invita a conocer mientras paseamos.

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