Hasta el fin

Wendy y su hija Camila vivían con su hermoso gato Mateo. Hace tiempo tomaron la difícil decisión de cambiar de país

Wendy y su hija Camila vivían con su hermoso gato Mateo. Hace tiempo tomaron la difícil decisión de cambiar de país. Después de mucho pensar, llegaron a la conclusión de que llevarlo era arriesgar la integridad y seguridad de su compañero, así que, con mucho dolor, lo dejaron con una familia que cuidaba de él. Emprendieron su viaje con la seguridad de que pronto regresarían para estar juntos. Hace días Wendy recibió una terrible noticia: Mateo estaba triste y al llevarlo al veterinario encontraron que estaba lleno de tumores. Esa misma tarde lo durmieron.

Hace dos semanas, mis vecinas, la doctora Susana Kuri y nosotros decidimos esterilizar a los ocho perros callejeros que viven en el cerro. Brisa fue la primera en pasar al quirófano. Todo iba bien hasta que la doctora encontró un tumor que atravesaba su vientre. Dormirla o extirparlo no eran opciones viables; la doctora sugirió dejarlo y que la pequeña viva feliz junto a su manada el tiempo que le quede. Con plena conciencia de todos los cuidados y responsabilidades que esto conlleva, Lupita, Sherlyn y yo aceptamos.

Como si no fuera suficiente tristeza, días después Lupita nos avisó que algo colgaba de la herida de Brisa. Al parecer hizo algún esfuerzo y se abrió los puntos; parte del intestino ya colgaba de su vientre. De nuevo corrimos en su auxilio; la doctora la operó y decidimos aislar a Brisa y sacarla del cerro para que no volviera a lastimarse. Luego vino otra complicación: gastritis hemorrágica.

Han sido semanas difíciles; hemos tomado muchas decisiones importantes para la vida de nuestra perra con la esperanza de que pronto mejore y esté de regreso. Ansiamos verla caminar libre y serena al lado de su hija Lluvia.

Wendy tiene un dolor profundo en su corazón, no sólo por la muerte de Mateo; mi amiga siente culpa por haber dejado a su compañero pensando que era lo mejor para él. Comprendo su dolor y comparto con ella el sentimiento de culpa. Confieso que he pasado algunas noches llorando, porque mi intención nunca fue poner a Brisa en peligro. Mi condición humana me hizo pensar que lo mejor para ella era ser esterilizada.

Nunca sabremos si lo mejor para Mateo era ir con su familia o si era mejor para Brisa no operarla. Sólo nos queda vivir el luto del amigo perdido y esperar que nuestra perra regrese para acompañarla con mucho amor y cuidados hasta el final de sus días.

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