Libertad de expresión y discurso de odio
En los últimos días hemos sido testigos de distintas matanzas cometidas en nuestro vecino país del norte
En los últimos días hemos sido testigos de distintas matanzas cometidas en nuestro vecino país del norte en contra, principalmente, de la comunidad latinoamericana que vive ahí. Uno en El Paso, Texas y otro en Dayton, Ohio. Estos atentados, han dicho muchos, no son más que consecuencia del discurso de odio en Estados Unidos, que desde que Donald Trump llegó al poder se ha exacerbado. La primera pregunta que cabe hacerse es, si en un Estado democrático como Estados Unidos, debe permitirse la manifestación de todo tipo de expresión, incluyendo aquellas que tengan un marcado contenido discriminador o que inciten a la violencia. En principio, todo Estado democrático debe procurar y defender la libertad de expresión, pero dentro del ejercicio de esta libertad existen manifestaciones que se consideran parte del contenido del derecho, y otras que no. En nuestro país, por ejemplo, la libertad de expresión no comprende palabras insultantes, la difamación, la calumnia o el insulto contra los símbolos patrios; en España quemar una imagen del rey no forma parte de esta libertad; pero en Estados Unidos, la quema de la bandera nacional sí forma parte de la libertad de expresión. Respecto al discurso del odio o hate of speech, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos ha reiterado en varias ocasiones, que el discurso del odio no puede estar prohibido, sino sólo cuando la manifestación de ese discurso surta consecuencias directas en contra de las personas respecto de las cuales se manifiesta el lenguaje de odio. En el caso Brandemburg vs Ohio, la Corte determinó que sí forma parte de la libertad de expresión el derecho a apoyar y defender la violencia, pero siempre y cuando no conlleve un clear and present danger, o sea que de ese discurso no se desprenda la comisión de un suceso violento, que éste pueda producirse en cualquier momento y que el discurso se realice con intención de que inminentemente se produzca este hecho. La segunda pregunta que nos debemos hacer, entonces, es si las matanzas ocurridas en los últimos meses en Estados Unidos son consecuencia de un discurso de odio que sí está produciendo consecuencias directas en el actuar de las personas. Si el discurso de Donald Trump y muchos otros norteamericanos en contra de la comunidad hispana se están convirtiendo en un discurso de odio que sí contiene un clear and present danger. Me parece difícil creer que Donald Trump manifieste sus dichos, como lo ha hecho hasta ahora, sin contemplar que éstos pueden inducir a actos violentos cometidos por sus propios conciudadanos. Me parece también difícil de creer que todos estos grupos extremistas de “supremacía” blanca externen sus comentarios como una simple manifestación de sus ideas, sin pretender que las mismas redunden en actos violentos contra los que no son como ellos. Si esto es así, me parece no sólo triste, sino sobre todo preocupante que sea un jefe de Estado el que a través de expresiones discriminadoras y racistas esté incitando a la violencia dentro de su propio país, cuando debería ser el Estado el que debería procurar la convivencia armónica, el respeto a los derechos fundamentales y, sobre todo, la dignidad del otro.
* Decano Regional Sur. Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey |
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