Las respuestas que te dan las preguntas

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Eduardo GÓMEZ GÓMEZ


Agosto 26, 2019

¿Te ha sucedido alguna vez que mientras conversabas con alguien, esa persona repitió lo que le habías dicho para asegurarse de haberte entendido correctamente? Tal vez sí. Eso es muy significativo, pues está en cierto grado buscando tu confirmación de lo que le has expresado. Realmente, hay un interés activo en la comunicación y probablemente está validando su comprensión de lo que expresaste.
Ahora bien, ¿te ha sucedido que cuando escuchas lo que has dicho en la voz de alguien externo a ti te das cuenta de que, pensándolo con mayor detenimiento, tal vez está incompleta tu idea o incluso ya no estás de acuerdo con lo que manifestaste?
Incluso es probable que te preguntes si realmente eso es lo que tú mismo has dicho. En tu pensamiento parecía muy claro, por ello lo expresaste, pero repetido por alguien más ―o hasta por ti mismo― parece que le falta algo, o que no es coherente con otras ideas que tienes.
Esta situación no es algo extraño. De hecho, si prestas mayor atención, tal vez te des cuenta de que es un suceso frecuente para cualquier persona.
En otras ocasiones no necesitas que alguien más lo repita, simplemente al escribirlo decides que la idea necesita ajustarse.
Desde luego que lo anterior no implica que no “puedas” pensar. Sólo implica que hay puntos en los que tu pensamiento no está clarificado o puntos en los que el pensamiento está desarrollándose y desenvolviéndose.
Para clarificar esa idea, u otras, necesitas hacerte preguntas. Puedes hacértelas tú mismo (a veces cada uno de nosotros sí se hace preguntas). En otras ocasiones, necesitas que alguien más haga esas preguntas. De hecho, es probable que esas preguntas las haga esa persona con la que venías conversando. Aunque no es necesariamente relevante, a veces alguien te ha hecho preguntas que aún no has respondido, pese a que incluso han sido ya hechas con anterioridad.
Desde luego, también habrá preguntas por hacerse con posterioridad.
¿Has oído la frase de que “Las preguntas son la respuesta”? Hay preguntas que pueden alejarte de clarificar un punto, y hay otras preguntas que te llevan directamente a la raíz del tema que pretendes aclararte o comprender. ¿Cuántas preguntas podrías hacerte sobre un mismo tema que estés buscando clarificar?
Ahora bien, observa esta pregunta con detenimiento: seguro podrás reconocer que la respuesta es: el número de preguntas que se podría hacer uno en relación con cualquier tema o aspecto es infinito. Entonces, dado tal universo de posibilidades, ¿cómo podríamos clarificarnos un tema en específico?
Bien: hay preguntas que te mantienen en la superficie del tema, que te permiten describir aquello de lo que trata el tema. Piénsalo, ¿qué implica describir algo?, ¿en qué momento podrías decir realmente que has agotado la descripción de algo? Podrías pasar “vidas” enteras sólo tratando de describir lo que es, por ejemplo, una gota de agua o lo que es la pobreza o lo que es la actitud de una persona.
Y tal vez, una vez pasadas todas “esas vidas”, mientras lo único que se haga sea describirla, seguirías sin decir estrictamente lo que es una gota, lo que es el agua o lo que es una gota de agua, ¿te hace sentido?
En cambio, hay preguntas que realmente te llevan a traspasar la capa superficial del tema que abordas y van a la raíz, al fondo del tema, a lo que lo contiene, a la identificación de las leyes que regulan aquello de lo que trata el tema: a identificar y explicarlas leyes que regulan el fenómeno, objeto o ser.
Por lo tanto, hay de preguntas a preguntas. Hay preguntas cardinales o claves, que te permiten profundizar lo que decidiste comprender.
Y, en ocasiones, tal vez te has dicho en relación con algunas preguntas que te han hecho: “¡Qué buena pregunta!”; o “Eso es interesante, ¡no lo había pensado!”, o más aún “Esas preguntas necesitan de algún experto para responderlas”. Lo cierto es que una vez que te has hecho la pregunta o te han hecho la pregunta, la oportunidad de que te hagas “experto” es muy grande. ¿Qué te parece ese reto?

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