Escritoras atrapadas en la Isla de Clipperton
Es así como inicia uno de los dos libros que narran la tragedia de un grupo de mexicanos olvidados por el gobierno de Porfirio Díaz
“[…] 1:30 del mediodía de aquel 18 de junio de 1917, la lancha venció al oleaje y desembarcó en la playa de la isla de K. […] Lo que vamos a hacer será mi responsabilidad, dijo Scott. Que Dios lo perdone. Y entre los tres mandaron el cadáver de Saturnino a alimentar a los tiburones.” Es así como inicia uno de los dos libros que narran la tragedia de un grupo de mexicanos olvidados por el gobierno de Porfirio Díaz en un atolón rodeado por tiburones, llamado por Ana María Bergua en Isla de bobos, como “Isla de K”, y conocida hoy como la Isla de Clipperton, parte de la geografía olvidada de México, localizada a 1.500 km al sureste del puerto de Acapulco. Hoy, territorio disputado por el gobierno de México y Francia. Es justo ahí, dónde dos escritoras: Ana María Bergua, mexicana, y Laura Restrepo, colombiana, narran una tragedia. Aunque existe un tercero, escrito por la nieta de las niñas sobrevivientes a la desgracia: La tragedia de Clipperton, de María Teresa Arnaud (1982, Editorial Arguz), son estas dos novelas las que han llevado la historia a un público mayor. Podría decirse entonces que escribir una historia basada en un hecho real, es tomar pedazos del acontecer y reconstruir lo sucedido. Pero, ¿cuál realidad es la que vemos como lectores? ¿Cómo desentrañamos y luego rearmamos eso que se nos cuenta? En El Demócrata del 16 de diciembre de 1920, Ana García Bergua, autora del libro Isla de bobos (ERA, 2014), encuentra una nota de prensa que muestra una desgracia: tres mujeres son culpables de asesinar a un hombre de color y a partir de ahí, reconstruye una historia que la escritora colombiana Laura Restrepo contó, 25 años antes, en la novela La isla de la pasión (Alfaguara, 1989), de una manera muy distinta. Bergua se interesa en el tema a partir de su trabajo como documentalista en Editorial Clío y decide investigar el hecho: un capitán que no logra sobresalir en el Ejército Mexicano es enviado, en plena Revolución, a defender una isla semidesierta que nadie ataca, con la promesa de recibir alimento y ayuda. Le acompañan un destacamento ingenuo compuesto de gente que se vuelve loca a fuerza de sol y abandono, y su joven mujer. A diferencia de Restrepo, Bergua se aísla de la novela y centra su historia en los personajes. Es una observadora omnipresente que narra casi todo en capítulos mínimos. En su libro de 245 cuartilla da voz al negro asesino, a la mujer del capitán, a Porfirio Díaz y a Venustiano Carranza y rebautiza, por respeto a los deudos vivos de quienes perecieron en esa isla en donde no había nada más que guano, pájaros de patas azules y tiburones, los verdaderos nombres de la tragedia. Ella, la escritora se ve, pero a través de sus letras. Ficcionaliza la realidad a partir de sus investigaciones sobre documentos y cartas reales encontradas en el Archivo General de la Nación y avisa, en su nota final: “Esta novela es un ficción trenzada con los hechos históricos ocurridos en la Isla de Clipperton a principios de siglo XX”. Mientras que Laura Restrepo, en la página inicial de Isla de la pasión, advierte:“Los hechos históricos, lugares, nombres, fechas, documentos, testimonios, personajes, personas vivas y muertas que aparecen en este relato, son reales. Los detalles menores también lo son, a veces…” (Restrepo, 2015: 7). Restrepo aborda la misma historia en una narrativa totalmente distinta: ella es personaje y camina por las calles de Orizaba hasta dar con el hotel de la alberca llena de flores en el cual se casaron el capitán y su esposa, llega a la casa de la nieta de ambos, quien conserva el único registro autobiográfico testimonial de la hija que nació, junto con su hermano, en ese pedazo de tierra inhóspito y vio cómo fueron muriendo sus habitantes de escarlatina, asesinato o como alimento de tiburón. Laura, la escritora colombiana investiga, toca puertas, deduce en una especie de Sherlock Holmes latino. En su libro de 312 páginas la escritura es amplia como el mar que rodea la desventura de sus personajes que llevan sus nombres de pila. En La Isla de la pasión ella está presente en cada capítulo, el suyo es una crónica periodística que intenta mostrar qué vivieron aquellos infortunados tras el abandono del presidente de la nación, ese personaje nacional tan polarizado entre el odio y el amor de los mexicanos: Díaz. A Restrepo no le importan los archivos, le interesa la gente. Ni ella ni Ana García Bergua conocieron a los personajes, pero ambas deben haberse preguntado cómo contar una verdad. ¿Cómo desentrañar, entonces, el porqué de la estructura de fuerzas que da pie a cada historia? Descubrir en las narraciones sobre un mismo hecho aquello que está ausente, depende del lector y su experiencia frente a ambas obras. Asumir las verdades es una apuesta de quien decide entrar a cada historia y acepta ese pacto ficcional que ofrecen éstos o cualquier otro libro, pero en ···lem··· no nos preocupamos por eso, pues sabemos que la única manera de formarnos nuestra propia versión es dando espacio a muchas voces. *Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias (LEM)
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