Gelsomina, un personaje entrañable del cine italiano

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Rakel HOYOS


Septiembre 23, 2019

Hace 65 años el neorrealismo italiano del director Federico Fellini le daba al mundo del cine uno de los mejores filmes de la época: La strada (La calle), y con él, la épica actuación de Giulietta Masina en el personaje de Gelsomina.

La película retrata el viaje de dos artistas nómadas, Gelsomina y Zampanó (Anthony Queen), por distintos pueblos italianos, a través de los que se muestran las costumbres de la época, pero también el entorno social decadente, empobrecido y machista.

La historia inicia cuando Zampanó compra a Gelsomina con su madre, sin que a ésta parezca importarle el destino de su hija. La chica va entonces con este sujeto malencarado y rudo de pueblo en pueblo, ofreciendo un espectáculo en el que el fuerte Zampanó rompe cadenas con su musculoso cuerpo.

Gelsomina se ve muy pronto atraída por la algarabía del espectáculo, de la música y los disfraces; toca la trompeta, actúa, baila y atrapa al espectador de inmediato con su singular energía.

La strada muestra la mágica vida circense y la comicidad callejera muy bien acompañada por la banda sonora a cargo de Nino Rota.

La película estuvo nominada al Oscar por mejor guion en 1956 y obtuvo el premio como mejor filme extranjero.

Una magia insuperable

Lo mejor del filme: la estupenda actuación de Giulietta Masina como Gelsomina, su inocente fascinación por la comedia, por aprender a tocar la trompeta y por hacer reír al público. Sin importarle los malos tratos de Zampanó, ella seguía sonriendo e iluminando la pantalla con su enorme mirada.

Masina es el claro ejemplo de que la belleza y el talento rompen estereotipos, pues no necesitó ser despampanante y voluptuosa como Sylvia (Anita Ekberg) en La dolce vita, también de Federico Fellini.

La gracia de Gelsomina supera incluso a la de un personaje con el que es difícil no hacer la comparación: Chaplin. Sin embargo, la emotividad de su esencia se transfigura en sus personajes, pero sin volverse repetitiva. Y crea entonces, bajo la dirección de su amado Fellini, a Cabiria y a su homónima Gulietta.

Sus personajes

El encanto de Masina continúa con otros filmes que hizo de la mano de su esposo Federico Fellini: Las noches de Cabiria y Julieta de los espíritus.

Si bien ambos títulos son muy distintos en historia, los une el hecho de que abordan la problemática de mujeres que dan todo por amor, al punto de olvidarse incluso de ellas mismas.

Las noches de Cabiria (película que le hizo obtener el galardón como mejor actriz en Cannes en 1957) cuenta la historia de una prostituta en busca de un hombre que la ame, por el que está dispuesta a dejarlo todo por ser una esposa tradicional y enamorada; sin embargo, en el camino se encontrará con una decepcionante realidad: las verdaderas intenciones de los sujetos con los que se relaciona se basan en el interés y no en el amor.

En Julieta de los espíritus Fellini crea un universo fascinante en el que combina su neorrealismo con superstición, magia y surrealismo; crea escenas contrastantes entre sombras y colores vívidos, que intensifican las emociones del personaje.

La historia va sobre una mujer de clase alta aficionada a las reuniones espiritistas, que ve en declive su matrimonio y buscará cualquier medio para evitar que su esposo no la abandone.

Aunque pareciera que ambas películas muestran a mujeres que ponen en el centro de su mundo a un hombre y que sólo les importa ser amadas, en el fondo son personajes que lograrán rescatar su espíritu… y su sonrisa.

Otros filmes en los que trabajó Giulietta con su esposo fueron El jeque blanco y Ginger y Fred.

Su propia tragedia

Giulietta y Federico se conocieron en 1942 y un año después se casaron. Formaron una de las parejas más importantes del espectáculo en Italia. Aunque pasaban por una etapa prolífica en sus carreras, la tragedia llegó a sus vidas cuando Giulietta perdió a su primer hijo tras resbalarse mientras estaba embarazada.

Posteriormente tuvo a su segundo hijo, quien murió de neumonía un mes después de nacido. La pareja no tuvo más hijos.

Giulietta Masina murió en 1994, sólo cinco meses después de su esposo Federico Fellini.

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