Barbery y Perec, entrometidos en la ventana del vecino

  • URL copiada al portapapeles

Laura ATHIÉ


Septiembre 26, 2019

Paloma tiene 12 años. Cuando cumpla 13 se suicidará, lo ha decidido. Es amiga de su vecino japonés recién llegado al edificio de lujo. Es una lástima, piensa, justo viene a vivir aquí cuando voy a morirme. Ella ama el idioma japonés y odia a su familia, le gustan los juegos silenciosos como a Perceval Bartlebooth, mucho mayor que ella, quien pasa sus días haciendo y deshaciendo rompecabezas.

Paloma piensa que no tiene caso vivir en un mundo en el que la juventud se dedica a rentabilizar la existencia, en donde nos exprimen como limones y luego, no nos resta mas que dedicar nuestra vida a preguntarnos. Por eso, mientras Bartlebooth, que es viejo, juega al rompecabezas antes de morir y observa a sus vecinos, ella ha puesto una fecha para no entrar al mundo adulto de los “absurdos”: “He tomado una decisión, al final de este curso, el día en que cumpla 13 años, el próximo 16 de junio, me suicidaré”. Y tiene todo un plan que incluye un incendio.

Paloma y Bartlebooth viven en París, en un edificio que podría localizarse en cualquier parte: la Ciudad de México, San Francisco, el centro histórico de Puebla, Veracruz. Bartlebooth, conserje, fue pensado por Georges Perec en La vida instrucciones de uso (Anagrama, 2015). Paloma, por otra parte, fue creación de Muriel Barbery en La elegancia del erizo (Planeta, 2014).

Se trata de esos libros que recuerdan a otros libros: uno lee primero a Perec y luego a Barbery, y piensa que Barbery admiró a Perec o que quería que su libro escrito sobre la vida de las familias en una zona acaudalada de París,fuera un homenaje; o que, simplemente, como sucede para quienes intentamos escribir: La vida instrucciones de uso se quedó ahí, en su imaginario de escritura, y se pasó, entrometidamente, del número 11 de la calle Simon-Crubellier, en el París de la década de los setenta, en donde habita Bartlebooth, al departamento de 400 metros de la familia rica de la misma ciudad en el siglo XXI, en donde Paloma planea morir. Pero eso no importa, tal vez no hay ninguna creación que sea absolutamente nueva.

En el preámbulo, dedicado al arte del rompecabezas, Perec comienza con una cita del pintor suizo-alemán Paul Klee, “La mirada sigue los caminos que se le han reservado en la obra”, y nos obliga a entrar al edificio donde construye su historia. Barbery, a través de los ojos de Paloma, hace lo mismo. Ambos llevan al lector por los escaleras, puertas y ventanas a observar al otro, a escuchar al otro, a verdaderamente conocer al otro, y nos enseñan que, aunque decimos que conocemos al vecino, no nos conocemos siquiera nosotros mismos.

El libro de Perec, como el resto de sus obras literarias, es un enigma matemático. No se trata de una obra sencilla, es justo como el juego de su protagonista principal: un rompecabezas que asemeja los movimientos del caballo en el ajedrez. Se trata de una novela con 99 capítulos en 23 habitaciones cada una con su historia, que él escribió pensando en un tablero de 100 casillas en el que las piezas, como los vecinos, luchan entre sí, se muestran mutuamente el poder, se aniquilan, se dejan pasar, hacen equipos o mueren.

En la obra de Barbery, los inquilinos actúan igual: se espían o se ignoran, se conduelen del que muere aunque no lo hayan conocido, tratan de enamorarse o fingen que se aman: viven, como todos un poco solemos sobrevivir.

Ambas obras encierran sus historias en estructuras que buscan descubrir la inteligencia de sus lectores. Para Perec, quien acompaña la vida de sus personajes inquilinos con amplias y extraordinarias descripciones de las paredes, pisos, muebles, fotografías y objetos reunidos en cada departamento, los lectores somos audaces buscadores de escondites y tesoros. Tanto nos valora, que incluye además tres apéndices finales: un Índice de nombres, un apartado de referencias cronológicas con fechas de nacimiento, fallecimiento y eventos relacionados y narrados en el libro y, lo que él llama: Índice de algunas de las historias contadas en este libro y nos advierte: “El número remite al capítulo en el que aparece la historia, generalmente por vez primera, pero no necesariamente en su totalidad”. El escritor francés confía en que todos los lectores leemos mapas.

Barbery, en cambio, se compadece más. Sabe que somos lectores ocupados acostumbrados a la cosa fácil, así que no esconde tanto los enigmas, sino los cuenta en un lenguaje amable de los que hacen feliz a quien lee. Incluye un índice también con 16 ideas profundas de Paloma, para dejarnos ver que no hemos aprendido jamás, en realidad, a ver a nadie.

En •••lem••• al igual que Perec y Barbery, creemos que los ojos y nuestra particular mirada son el camino para el entendimiento en este mundo.

*Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias (LEM)

  • URL copiada al portapapeles