Trump: irresponsable, sin duda, pero, ¿hasta dónde?

  • URL copiada al portapapeles

Barthélémy MICHALON


Octubre 07, 2019

Desde sus inicios, la Presidencia de Trump ha ido navegando de un escándalo a otro. Pocas fueron las semanas sin que surgiera alguna declaración, decisión, tweet o revelación —o una combinación de todo ello— que causara, con justa razón, una serie de críticas y de reacciones indignadas. Cada uno de estos episodios iba resaltando esta brecha vertiginosa entre las expectativas que solíamos tener respecto de la función presidencial y el actuar de quien ahora la asume a la cabeza de la primera potencia mundial.

Niños en jaulas, conflictos de intereses de todo tipo, contradicciones patentes, dimisiones repentinas en su equipo de trabajo, palabras altisonantes, mentiras descaradas, colaboradores cercanos condenados a penas de cárcel, acusaciones de agresión sexual y pagos disimulados a antiguas amantes, decisiones tan arbitrarias como aberrantes en el plano comercial, amenazas a diestra y siniestra, ataques verbales a pilares de la democracia como la prensa o la justicia, tomas de posición en público a favor de una potencia extranjera y en detrimento de sus propios servicios de inteligencia… La lista pareciera larga, hasta que nos demos cuenta que solamente se trata de una muestra diminuta de lo que fuimos testigos en el transcurso de estos tres agobiantes años.

Incluso, no fueron pocas las situaciones en las que ciertos hechos, que en otras épocas hubieran detonado una tormenta de denuncias y condenas, pasaron desapercibidos sencillamente porque fueron aplastados por otros de dimensiones todavía mayores. Varias de estas hazañas bien pudieron haber desembocado en la apertura de un proceso formal de destitución, incluso la puerta que el informe Mueller dejaba abierta, sin que la oposición demócrata se atreviera a dar este paso.

Este desfile sin interrupciones de desvergüenzas no fue suficiente para que la Casa Blanca se tambaleara. O más precisamente: la actual administración logró mantener las apariencias y alejar de la vista del público en general el caos y la confusión que imperan en la cúspide del poder estadounidense.

¿Cómo explicar este aparente contraste entre la acumulación de noticias que deberían debilitar a Trump y su resiliencia ante las mismas? Una primera explicación radica en la polarización que hoy caracteriza a la sociedad estadounidense (polarización que no es en absoluto exclusiva de dicho país). Una proporción significativa de la población — probablemente cerca de 40 por ciento— ha ido considerando al actual mandatario como el defensor de sus intereses, y lo sigue respaldando, pase lo que pase.

Estas personas acceden a las noticias a través de medios muy parciales —desde Fox News hasta redes sociales que solamente les exponen puntos de vista que hacen eco a los suyos—, lo que les permite hacer caso omiso de las revelaciones que resultan perjudiciales para su “campeón”; o interpretarlas de una manera que minimiza su alcance o gravedad: “no se coludió con los rusos, y aunque lo hubiera hecho, ¿qué de malo tendría?”

La segunda explicación se basa en el carácter contraproducente de la multitud de críticas y denuncias expresadas en contra de Trump, así como de las investigaciones que ha enfrentado. El presidente ha sabido aprovecharlo a su favor, con una narrativa sencilla: según él —y por ende desde el punto de sus seguidores también—, tantas acusaciones no serían el reflejo de su incompetencia y de su deshonestidad, sino más bien la muestra de una conspiración y de un “acoso” en su contra: “witchhunt!”

Por contradictorio que fuera con la multiplicidad de fuentes y de evidencias convergentes, este discurso ha logrado su propósito: mantener estable su base de seguidores, tal vez haciéndola todavía más cohesiva.

El escándalo que más recientemente ha salido a la luz es de dimensiones mayúsculas: el presidente ha utilizado el poder que le confieren sus funciones para chantajear a un gobierno extranjero (Ucrania, pero según las revelaciones más recientes no fue el único) a manera de obtener, o posiblemente fabricar, información destinada a influir en la próxima campaña presidencial.

La realidad de los hechos en sí, no es cuestionada: un resumen de la conversación en cuestión, entregado por la misma Casa Blanca, deja en claro que Trump ejerció presiones con este fin. Es más: después de negar esta versión de los hechos, el presidente hizo un llamado público pidiendo a los gobiernos de Ucrania y de China que investigaran a quien bien podría ser su adversario en la próxima contienda electoral.

Gracias a su posición mayoritaria en la Cámara de Representantes, el Partido Demócrata ya abrió un proceso de destitución contra Trump. Varias investigaciones están abiertas de manera paralela. La mala noticia es que el juicio como tal, que determinará si el presidente puede o no permanecer en su cargo, se llevará a cabo dentro del Senado, controlado por el bando republicano, donde se tendrá, además, que juntar una mayoría de dos tercios.

Por ende, existe una alta probabilidad de que, llegado el momento (probablemente para inicios de 2020), un número suficiente de senadores cierren los ojos de manera cínica sobre las evidencias más claras de la gravedad de los actos cometidos por su presidente y pongan en jaque una destitución más que merecida. Lo cual podría incluso terminar reforzando a Trump, quien no dudará en presentar este posible desenlace como una proclamación de su inocencia.

La responsabilidad se entiende como la capacidad para responder de sus actos y dichos, y para enfrentar las consecuencias que derivan de los mismos. Después de casi tres años comportándose de manera irresponsable en un plano político, Trump alcanzaría niveles inéditos de irresponsabilidad, al salvarse de las consecuencias legales de sus acciones. Todo ello, a pesar de la presencia de pruebas tan contundentes y a pesar de la existencia de mecanismos diseñados precisamente para atender y sancionar violaciones tan extremas de las normas fundamentales de una democracia constitucional.

* Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales

[email protected]

  • URL copiada al portapapeles