Joumana y Zeina: zurcidoras de familias en la guerra

Para quienes tienen la fortuna de conocer su origen familiar, descubrir secretos generacionales quizá no represente un hallazgo

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Para quienes tienen la fortuna de conocer su origen familiar, descubrir secretos generacionales quizá no represente un hallazgo, pero para los que, como yo, vivimos buscando el hilo conductor del pasado, encontrar a dos mujeres con una historia parecida a la nuestra significa abrir la Caja de Pandora.

Joumana y Zeina nacieron en épocas distintas con talentos comunes. Con 11 años de diferencia en edad y dos estilos diferentes, comparten su nacimiento en Beirut, Líbano, una infancia en la guerra y, como yo y muchos otros nietos de emigrantes libaneses, la pasión por contar la historia de su familia.

La primera, Joumana Haddad (1970), perteneciente a la Generación X, es poeta, ensayista y periodista en su tierra natal, Líbano, y editora de Jasad, la primera revista erótica árabe. La segunda, Zeina Abirached (1981), pertenece a la Generación Y o Millenial, estudió arte y es la ilustradora de cómic más importante de su país, el mismo de Joumana. Frente a las obras de las dos, no se puede mas que regocijarse y elegir, preguntándose: ¿cómo quiero conocer la vida de los abuelos y abuelas libanesas, a través de la escritura de Joumana o de la novela gráfica de Zeina? Yo decidí seguirle la huella a las dos a sabiendas de que conocer la verdad oculta, con una o con la otra, iba a lastimarme.

En La hija de la costurera (Lumen, 2019), Joumana presenta a cuatro mujeres que unen los hilos de su saga familiar desde el Genocidio Armenio —perpetrado hace 104 años y, hasta abril del 2015, reconocido solo por 22 de los 193 países de la ONU hasta el Beirut de 2015. En su primera novela, Haddad cuenta las vidas de Qayah, Qadar, Qana y Qamar como si las remendara después de que la tragedia desgarrase sus vidas. Una inicia cosiendo el amor y los cuerpos de las mujeres que a lo largo de su migración desean verse hermosas y otras, años después, se vuelven diseñadoras de modas, pero las cuatro llevan clavada en el alma una aguja que no se quita jamás. En una prosa salpicada de versos Joumana, deja ir escenas sobre liberación femenina en un mundo dogmático y cruel; infidelidades que no se juzgan sino que se vuelven momentos de felicidad para la mujer árabe; matrimonios por amor, y asesinatos que jamás se olvidan. Todo, en un texto de 255 páginas que es también epistolar. En esta obra sus personajes llevan un diario de secretos en el que expresan sus miedos, su pasión y la rabia que significa ver morir al padre o a la hermana tras ser violada por los soldados turcos, como lo escribe Qayah el lunes 3 de mayo de 1915, en la página 37: "Tengo miedo. Tengo hambre. Tengo sed. Por todos lados veo soldados con rifles. A la izquierda, a la derecha, adelante, atrás. Nos gritan. Nos odian. ¿Por qué nos odian? ¿Qué les hicimos? ¿Por qué todo el tiempo les arrancan la ropa a las mujeres y les ordenan que se acuesten? Las mujeres gritan y lloran, pero a los soldados no parece importarles. También a mi madre y a Hosanna les hicieron eso".

En el libro de Joumana las mujeres comparten, además de su fuerza brutal, el rojo de un cabello que viaja en el tiempo para convertirlas en brujas deseadas por unos y temidas por otras. En cambio, las mujeres de Zeina son bicolores y de cabellos rizados como los espaguetis o los cordones de los cables del refrigerador o de la televisión que tenían que apagar cuando iniciaban los bombardeos en Beirut y ella su familia corrían a resguardarse en escondites laberínticos del subsuelo. Esto, y mucho más, lo cuenta con un humor sorprendente en ilustraciones blanco y negro.

Mientras Zeina, en El juego de las golondrinas (Sin sentido, 2009), dibuja instrucciones para esconderse en la casa del vecino, encender la luz, escuchar radio o calmar la tristeza cuando las familias se separan, Hadad explica el perfil de sus personajes, su relación con cada mujer narrada y regala una línea del tiempo con hechos históricos. “Una noche, en la que todos se habían refugiado en su edificio —escribe Zeina, en la página 63—, cayó un obús en el salón y se incendió toda la casa. Al día siguiente los padres de Farah se fueron del país a esperar que la situación del Líbano volviera a calmarse.” Joumana, mientras tanto, advierte en su Nota al Lector: “Mi abuela sobrevivió al Genocidio Armenio. Bueno, casi…”

En ···lem··· estamos seguros de que todos, queramos o no, elegimos ser zurcidores, dibujantes o retazos en las vidas que conforman nuestro pasado.

*Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias (LEM)

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