Tiempos violentos

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Adrián SALAZAR


Octubre 17, 2019

Sin duda alguna, el decreto oficial de suspender arbitrariamente el evento a realizarse en el Estadio Víctor Manuel Reyna en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, donde se reunirían alrededor de 60 mil antorchistas de la región sureste de nuestro país, es una violación flagrante y mayúscula a los derechos de los mexicanos. Sin ningún tipo de sustento legal y bajo amenazas veladas, a estos mexicanos se les ha negado ejercer libremente su derecho de organización y manifestación pública de sus ideas. Es decir, estamos en riesgo de que deje de importar lo estipulado en la Carta Magna y la sacrosanta voluntad pase a ser ley, como en los tiempos del absolutismo.

Pero esto no es un hecho aislado, un fenómeno sin explicación o un acontecimiento fortuito, es pura y llanamente una escalada en los niveles de agresión que hemos recibido “desde arriba” los antorchistas desde el inicio de este sexenio por el representante del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador.

No sólo eso, desde que los ataques frontales emanados de esta autoridad comenzaron, también se desató una serie de agresiones físicas que nos han costado la vida de varios compañeros, y de ello hay pruebas.

Durante la primer gira del presidente de la República por los diferentes estados se refirió a nosotros, de forma burlona, como la “antorcha mundial”, acusándonos, sin aportar la más mínima prueba, de realizar moches a programas de apoyo que maneja el propio Estado.

El fiscal de hierro, Santiago Nieto, en un libro de su autoría nos imputa delitos que no puede sustentar; la revista Proceso nos acusó de ser huachicoleros; Televisa, en uno de sus noticieros estelares, nos acusó en cadena nacional de haber obtenido de forma “dudosa” gasolineras; a esto se suman 10 asesinatos en contra de antorchistas, perpetrados impunemente en estados como Oaxaca, Puebla y Tlaxcala.

Cabe, me parece que oportunamente, preguntarnos: ¿cuál es el motivo de cancelar una asamblea popular de tal magnitud? Antorcha no significa ningún peligro para el gobierno federal; durante las movilizaciones y reuniones celebradas a lo largo de los años de existencia de esta organización, ésta nunca ha incitado a la violencia, la agresión, el daño de instalaciones como las estaciones del metro, los inmuebles privados.

Es más, hemos marchado en número de 100 mil personas por las principales calles de la Ciudad de México sin romper un solo vidrio; por el contrario, organizamos comisiones que al final de cada actividad se encargan de la limpieza del lugar. ¿Cuál podría ser entonces el riesgo que represente una asamblea de antorchistas?

Al parecer nuestro único delito es hacer valer nuestros derechos, como ya dije, de organización y manifestación pública de nuestras ideas. Para eso nos propusimos como meta celebrar una serie de eventos en distintos puntos de la República Mexicana que concentren algunos contingentes representativos, que en suma reunirían a alrededor de 500 mil militantes de Antorcha. Es decir, en ellos hablarle al pueblo de México, hacer un análisis sobre el trabajo que hemos realizado en estos 45 años, las metas que hemos alcanzado y los nuevos planteamientos y retos que tenemos como organización.

Alguno de esos objetivos en este año es comunicar a los mexicanos que el antorchismo nacional pretende convertirse en un partido político, pero en uno distinto cualitativamente a los actuales. El de nosotros debe ser con verdadero arraigo popular, que sus cuadros salgan de sus filas, que sean personas con alto sentido humano, conocimiento científico, cultura general amplia para ser, en verdad, una opción distinta para la clase trabajadora, que atienda las necesidades que día a día laceran la vida de millones de mexicanos.

Sin embargo este hecho, que pasa a la historia como el primer evento del Movimiento Antorchista que se cancela por mandato oficial, lejos de asustarnos y provocar que amainemos, nos llena de orgullo, de coraje y de seguridad de que vamos por el camino correcto.

Pero más allá de eso, aunque de forma encubierta, se logra percibir el riesgo de cambiar de forma de gobierno y caer en una dictadura en la que se invoca la ley, no para hacerla respetar, sino por el contrario, para modificarla y someter así a quienes no se alínean a la voluntad de quien ejerce el poder. Visto así, se trata de un fenómeno no menor, y precisamente por eso los antorchistas, una vez más, levantamos la voz enérgicamente ante tal injusticia cometida contra el pueblo pobre y organizado, que lo único que busca es una patria mejor. Para ello es menester luchar contra un sistema político en descomposición.

Aún falta realizar tres eventos de aniversario. En el caso de Puebla, será el próximo 10 de noviembre en las primeras horas del día. Tenemos programado reunir en los estadios Cuauhtémoc y Hermanos Serdán a 150 mil almas en representación de todo el antorchismo de Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Tlaxcala y Puebla. Ahí diremos una vez más lo que Antorcha le propone al pueblo, nuestro proyecto de nación basado en cuatro ejes: creación de empleos necesarios, salarios bien remunerados, reorientación del gasto social y una política fiscal progresiva. Manifestar nuestro ideario es un derecho que no se nos puede arrebatar por pura voluntad personal.

Los antorchistas nos hemos manifestado siempre por el diálogo de solución, porque creemos que lo que mejor conviene al pueblo pobre son acciones que ayuden a mejorar sus condiciones de vida en un clima de paz y tranquilidad. Pero no por eso renunciaremos al pleno ejercicio de nuestros derechos, y menos en estos tiempos violentos. Que conste. 

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