Día de muertos: sin buena ánima
Quizá la única tradición mexicana que no ha sido totalmente vencida por culturas extranjeras es la relacionada con los muertos
Quizá la única tradición mexicana que no ha sido totalmente vencida por culturas extranjeras es la relacionada con los muertos. El cine mexicano, desde hace varias décadas, también ha tratado esta celebración y sus significados, pero recientemente la mirada mercadotécnica de la industria cultural norteamericana, con sus grandes recursos, ha realizado películas animadas al respecto. Sin embargo, y después de 15 años de trabajo, llega a las salas cinematográficas Día de muertos (México, Carlos Gutiérrez Medrano, 2019) el primer largometraje mexicano con animación 3D sobre este tema. Ubicada en algún momento del siglo XIX, Salma, una joven huérfana, es la única en el pueblo de Santa Clara que no debe poner un altar el Día de Muertos, ya que de hacerlo podría provocar daños a ella y al pueblo mismo; sin embargo Salma está empecinada en saber quiénes fueron sus padres y así tener un muerto a quien recibir cada año durante las celebraciones del 2 de noviembre. Eso la lleva a saltar al limbo, ahí donde no se está vivo ni muerto, para descubrir la verdad sobre sus padres y su nacimiento. Su terquedad arrastrará a Pedro y a Jorge, sus casi hermanos, a ese mundo y al mundo de los muertos para luchar contra una fuerza maligna que intenta eliminar a la muerte misma. Con una buena técnica de animación que está al nivel de las grandes casas productoras, esta película mexicana aborda el tema del Día de Muertos, tradición tan arraigada en los corazones de los mexicanos, pues es la manera que recibir a los seres queridos que han fallecido. Es la fecha en que nos relacionamos con la muerte por medio de lazos afectivos y la festejamos en lugar de temerle. Y eso es lo que intenta exponer Carlos Gutiérrez Medrano; sin embrago, el guion no le ayuda, pues carece de una unidad narrativa coherente a partir de una clara premisa. La construcción de personajes se queda en el intento, a pesar de las claras referencias a estrellas del cine nacional como Salma Hayek, Pedro Infante, Jorge Negrete y Sara García. Al no haber un tema trabajado a profundidad, los personajes son casi decorativos y no logran conectar con el espectador, para con ello plantear tanto premisa como tema. Esa es una clara deficiencia de guion. A diferencia de producciones extranjeras, como es el caso de Coco (Lee Unkrich y Adrián Molina, EU, 2017) de la productora Pixar y referencia inevitable de Día de Muertos, cuyo proceso —y presupuesto— implica una investigación para construir el guion, la participación de un extenso equipo de expertos y además un tiempo pertinente para su perfeccionamiento, en el caso mexicano parece que en los 15 años que dicen haberse tomado en la producción de la cinta, sólo una mínima parte fue dedicado al guion, tanto en recursos metodológicos, como en recursos humanos y creativos. El cine mexicano de animación ha alcanzado un nivel competitivo en cuanto a la técnica; sin embargo, aún queda mucho por andar en cuanto a la destreza narrativa, construcción de personajes e investigación para el guion. Pero no perdemos las esperanzas de que también los escritores, directores y productores mexicanos estén trabajando en ello. El guion es el alma de una película, es su ánima.
El día de muertos es nuestro, y sólo nosotros, los mexicanos, lo podemos sentir tan arraigado a nuestro ser cultural. Así que eso falta reflexionar a los narradores para llevar a la pantalla grande una historia, ahora animada, que haga historia, así como lo hizo en su momento, Macario (México, 1960) de Roberto Gavaldón. Entre otras grandes cintas que tocan el Día de Muertos, es una película nuestra, pero aún sin una buena ánima. |
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