The power, una distopía transgresora

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Rakel HOYOS


Noviembre 23, 2019

En Un cuarto propio, Virginia Woolf planteaba la falta de oportunidades para que las mujeres se dedicaran a la literatura; les hacía falta una habitación propia, literalmente, en la que pudieran concentrarse en escribir.

Ahora, físicamente, las mujeres podemos tener esos espacios; sin embargo, aún es necesario “otro cuarto propio” en el cual sentirnos seguras y libres. Esa habitación propia debería ser el mundo mismo, dispuesto a protegernos.

Una mujer va adonde quiere, a la hora que quiere, camina sola y con la seguridad de que nada puede pasarle. Sabe que su género tiene ventajas y que posee un arma que ha permitido que todas puedan defenderse de los peligros que antes las acechaban. En la época en la que vive, es imposible que un hombre pueda hacerle daño. No hay violaciones, no hay trata, no hay explotación sexual ni prostitución para ninguna mujer en ninguna parte del mundo. No hay feminicidios.

El gobierno lo encabezan mujeres. El género masculino no puede rebelarse. De hecho, ahora viven temerosos, pues las jóvenes cuentan con una extraña condición para emitir descargas eléctricas con las manos. Pueden lastimarlos tocándolos en cualquier parte del cuerpo, e incluso destruirlos con una poderosa descarga en el corazón o en las sienes.

El poder es de las jóvenes, despierta en ellas en la adolescencia, pero pueden transmitirlo a las de mayor edad. Pronto, todas lo tendrán y los hombres deberán someterse.

¿Qué pasaría si el poder estuviera en manos de las mujeres? Es la tesis de la que parte la novela The power, de Naomi Alderman, una distopía que deriva en una sociedad en la que los hombres viven con el miedo de ser lastimados, violados o esclavizados. Su opinión no importa, no tienen derechos, a menos que éstos les sean concedidos por una mujer. No tienen la liberta de manejar un automóvil, ni de aparecer en público solos.

El libro

The power lleva la bendición de la escritora Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada, y no se equivocó en amadrinar a Naomi Alderman.

Esta obra de ciencia ficción feminista plantea la génesis del poder femenino, la energía como punto central de todo. Una diosa sostiene el relámpago en la mano, ella tiene el poder por sobre todas las cosas. El libro supremo espiritual ya no es La biblia, ahora es el Libro de Eva.

Alderman logra un texto excepcional de lectura ágil. Las descripciones son crueles imágenes incómodas, de una precisión que ralla en la brutalidad, que te lleva al anhelo de invertir los roles y sentirnos liberadas; a soñar con ese mundo en el que somos nosotras las que dirigimos ejércitos, las representantes de la ONU y de El Vaticano, las que manejan la política mundial, las sacerdotisas y guías espirituales.

La visión de Alderman no es una exaltación subjetiva de la figura femenina, pues también muestra la perturbadora psicología del poder, de la oscura influencia que puede ejercer si se usa con fines perversos, aun en manos de mujeres.

Un texto transgresor

The power puede resultar una lectura incómoda para la fragilidad masculina. Pero, ¿no intenta precisamente eso la literatura: sacudir al lector, hacerlo reflexionar? Hay quienes dicen que el texto incita a la venganza, pues a final de cuentas coloca al género femenino en el mismo nivel de violencia.

Sin embargo, el misterioso poder surge en actos de agresión hacia las protagonistas. Y si una está por ser violada o asesinada, ¿quién no querría en ese momento poseer un milagroso poder que te salvara de tu agresor?

Esta novela es un intento de empatía transgresora hacia las desigualdades para un género y los privilegios hacia el otro. Antes de hablar de “revanchas”, tomemos en cuenta los casos diarios de mujeres asesinadas con extrema violencia, arrojadas a ríos, barrancas o cualquier paraje, torturadas, violadas, masacradas a golpes y desechadas como simples objetos.

Mañana 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Sólo les recuerdo que esta novela es ficción, pero los más de 500 feminicidios (contando sólo los de Puebla) en 6 años, lamentablemente, no lo son.

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