El Rey: curiosos paralelismos
Netflix se ha arriesgado exitosamente en su competencia contra las grandes productoras y también contra las cadenas exhibidoras
Netflix se ha arriesgado exitosamente en su competencia contra las grandes productoras y también contra las cadenas exhibidoras, para así modificar el paradigma tradicional de la industria cinematográfica. Un ejemplo de ello es la película El rey (The king, RU/Hungría/Australia, 2019) del australiano David Michôd, que narra el ascenso y consolidación en el trono del rey Enrique V de Inglaterra y que, curiosamente, esta película también implica el ascenso de su protagonista, Timothée Chalamet, y la consolidación de Netflix como la opción a ese paradigma tradicional. A inicios del siglo XV, en Inglaterra el joven Enrique (Timothée Chalamet) ha heredado el trono de su despreciable padre, trono que no deseaba, pero que tuvo que asumir. Pero también ha heredado la ambición de la corte y una vieja rencilla con el rey Carlos de Francia, factores que lo llevará a la guerra contra el reino galo. Pese a sus apenas veintitantos años, Enrique dirige, lucha y gana una de las batallas más recordadas en la historia de la Inglaterra medieval, por las condiciones adversas a las que se enfrentó, victoria que consolidó el reino inglés. Con un guión que articula magníficamente una épica hilada con intrigas cortesanas motivadas por la ambición, muy al estilo de Shakespeare, El rey muestra los cambios personales, forzados por las circunstancias, que implican asumir el poder, pese a los deseos genuinos de construir las condiciones para la armonía y la paz. Sin embargo, esa armonía y esa paz, parece ser, sólo se construyen en política con el uso de la fuerza y de la guerra. Así que el ahora rey Enrique V deberá dejar a un lado esos anhelos, junto con su vida llena de mujeres y alcohol, para dedicarse a reinar y ganarse el trono desde el trono. David Michôd nos muestra que además de lo anterior, Enrique aprende que detrás del poder del trono, en la corte, está la ambición manejada con intrigas y apariencias de aquéllos que buscan su propio beneficio, y ésos serán los miembros de la futura burguesía que siglos después les quitará todo poder y riqueza. Una posible lectura destacable de esta película es la que se relaciona con la realidad actual. La guerra fue para los cortesanos de Enrique V un recurso de su ambición, el recurso de unos cuantos, nos propone Michôd en esta cinta, y que, a nombre de toda una nación se perdieron en el campo de batalla vidas ajenas a esa ambición. Hoy día, la guerra sigue siendo un gran negocio para apoyar a otros negocios y así acumular la riqueza en unas cuantas manos, y para ello se usa el poder engañando, simulando y manipulando. Shakespeare ya lo había advertido en su momento, y su lectura aún posee vigencia. Hay escenas de batalla cuerpo a cuerpo, propias del género épico, bien montadas, que reflejan el gran presupuesto que su principal productor, Brad Pitt, supo aplicar. Pero también es de destacar el trabajo de Adam Arkapaw, cuya cinefotografía recuerda al trabajo pictórico de Caravaggio y Rembrandt, cuyo manejo de luz, exposición y color logran afianzar la narrativa de Michôd.
Destaca también la gran interpretación de Timothée Chalamet, quien a sus 23 años de edad se catapulta como un gran actor, confirmando la excelente impresión que dio a partir de la cinta Llámame por tu nombre (Call me by your name, Italia/Francia, 2017) de Luca Guadagnino. Y así como en la cinta vemos que Enrique asciende al trono, así vemos a Chalamet ascender como el mejor actor de su generación. Aplicando el mismo paralelismo, así como vemos a Enrique consolidar su reinado, así vemos a Netflix consolidarse como la alternativa a la industria tradicional del cine para cambiar el paradigma. Pasado y presente que en curiosos paralelismos, esta buena película nos muestra que, en esencia, poco ha cambiado el género humano. Curiosos paralelismos. |
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