El urbanismo como ideología de lo existente

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El hecho de que el urbanismo sea algo impreciso en sus medios y fines dentro de su cuerpo teorético tiene consecuencias prácticas, a menudo graves. En consecuencia, antes de actuar sobre la ciudad se tiene que elegir si participa y trata la ciencia urbanística en construcción o seguir alineados a la ideología de modernidad del poder político en turno; elegir entre ser participes del proceso inmobiliario o reivindicar el lugar público de la ciudad, dentro de la estructura urbana en términos de movilidad y habitabilidad; hay que distinguir entre sistema y entorno para hacer ciudades, regiones y territorio, o resignarse a ver a la ciudad como maquinaria perfecta de reproducción enajenante.

Uno podría pensar que la Nueva Agenda Urbana, como nuevo evangelio universal del hacer ciudad, es suficiente garante moral para construir por consenso el orden de las ciudades, esto es, sin que se incurra en exclusión e insustentabilidad. ¡Vaya! Con tan buenos principios a la mano, los gobiernos podrían ser ungidos por la inmortalidad altruista de sus grandes obras. Pero, no.

En los hechos urbanos puede haber discurso de inclusión y habitabilidad, y sin embargo, en la acción urbana hacer todo lo contrario. Sí, un contrasentido de gobernanza donde el poder político va proclamando los valores públicos y el cumplimiento de compromisos internacionales de inclusión, equidad y sustentabilidad y al mismo tiempo generando espacios públicos muertos, por deshabitados, segregados y excluyentes.

¿Ejemplos? Ciudad Modelo de Audi, pero hay muchos otros no menos importantes donde el espacio público se estrecha o se cierra. Donde la ciudad abierta se estrangula.

Romper el maleficio del urbanismo como productor de ideología implica recuperar su misión originaria. Comprender la complejidad social de la ciudad y a la vez establecer diálogo abierto entre el saber y el poder. Hacer del espacio público un principio clave para la ciudad. Además de entender que, si los principios urbanísticos no penetran didácticamente en la cultura política de los políticos en ciernes, en formación, entonces las cartas están echadas.

Este camino alterno es sinuoso y lento, pero a la larga es consistente porque la naturaleza social de los cambios urbanos está signada por el largo plazo. Y por ende, el conocimiento de lo urbano es lo primero que debe cambiar. Evolucionar. Mutar.

El lector podría pensar que las mentes jóvenes de los urbanistas siempre están ávidas de conocimiento y nuevos saberes. Es cierto, sin embargo, por ahora no se ve con claridad en el horizonte a una presencia sólida, sostenida y en ascenso de nuevas ideas reflexivas, impugnando y proponiendo alternativas urbanas, si hay en cambio un silencio patológico antela praxis urbana institucional marcada por su doble discurso.

Cuando jóvenes, veíamos caer de la utopía uno por uno los proyectos urbanísticos. Brasilia, ciudad Sahagún, ciudad Satélite, Nonoalco Tlatelolco; o para no ir tan lejos, aquí en Puebla, Pueblo Nuevo cerca de La Libertad, la misma Libertad, la ciudad jardín en la colonia La Paz, o la colonia obrera de Santa María, o los jardines de San Manuel. Los megaproyectos de Bartlett. Todos ellos, cual ensambles inmobiliarios, lograron por acumulación este mecano llamado ciudad.

¿Cuándo la ciudad empezó a encerrarse?, ¿Cuándo empezó a ser insegura, incierta y radicalmente especulativa? Hipótesis: Cuando los urbanistas tuvieron poco que decir porque el gobierno lo decía todo. Daba los términos, la metodología y las normas, lo que cual nicho de confort inoculó la innovación y las mentes propositivas (nonatas).

El reciente libro sobre la Trama Audi, que incluye a Ciudad Modelo, de Sergio Mastreta y María Eugenia Silva viene a cubrir un gran vacío a atender por los urbanistas. Lo agradecemos.

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