Los efectos del cambio climático en el desplazamiento forzado de infantes en el Caribe

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Tomás Milton MUÑOZ


Diciembre 07, 2019

A pesar de los esfuerzos de algunos líderes políticos en el mundo —entre ellos el estadounidense Donald Trump y el brasileño Jair Bolsonaro— por desacreditar la existencia del cambio climático acelerado y sus consecuencias, la realidad es aplastante y demuestra que cada año son más las personas que deben de salir de sus lugares de origen debido a catástrofes climatológicas, incluidos ciento de miles de infantes que en regiones como el Caribe deben de abandonar sus comunidades para salvar sus vidas.

En 2017, por ejemplo, más de 18 millones de personas fueron desplazadas por eventos climáticos en el mundo y sólo el huracán Irma causó el traslado de más de dos millones de personas en el Caribe, y dejó cuantiosas pérdidas en 15 países, entre ellos Antigua y Barbuda, San Martín, San Bartolomé, Puerto Rico, República Dominicana, Haití y Las Bahamas.

El año pasado, se registró el desplazamiento forzado interno de 28.1 millones de personas en el mundo, de las cuales 16.1 millones abandonaron sus hogares por eventos relacionados con el clima, ya fuese por el incremento de las temperaturas y las sequías o ante el aumento en la intensidad de huracanes, tifones y ciclones.

Entre los más afectados por el cambio climático se encuentran los infantes, y de acuerdo con el más reciente estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), titulado “Niños desarraigados en el Caribe”, el número estimado de menores de edad desplazados por causas medioambientales en la región caribeña se multiplicó por poco más de cuatro en los últimos cinco años, al pasar de 175 mil en el periodo 2009-2013 a 761 mil entre 2014 y 2018.

Como indica el documento del UNICEF, los niños, niñas y adolescentes son especialmente vulnerables tanto en las catástrofes naturales como durante los procesos de desplazamiento ante la posibilidad de que sus padres mueran en los eventos, de que sean separados de sus familias y de que contraigan enfermedades infecciosas o respiratorias en los refugios. Además, son susceptibles a ser objeto de violencia, explotación y trata de personas, sin contar que corren el riesgo de tener acceso limitado a servicios como la educación y la atención médica.

La devastación provocada por los huracanes genera desplazamientos de corto o largo plazo, según la capacidad que tengan los gobiernos y comunidades locales de reconstruir casas, redes de electricidad y otros servicios básicos como el agua, pero también de la rapidez con la que se puedan reactivar las actividades económicas, como la pesca, la agricultura o el turismo, y en las próximas décadas la capacidad de respuesta ante el aumento de las contingencias tendrá que ser más expedita, especialmente ante los pronósticos poco halagadores con los que se cuenta hasta el momento.

El cambio climático, que es el resultado de las alteraciones del clima atribuidas de forma directa o indirecta a las actividades desarrolladas por la humanidad y que alteran la composición de la atmósfera mundial, ha generado una serie de efectos nocivos tanto en los ecosistemas naturales como en el funcionamiento de los sistemas socio económicos, de salud y de bienestar de los seres humanos.

Este cambio climático se debe en gran parte al calentamiento global provocado por las actividades productivas de los seres humanos e influye en la disponibilidad de recursos naturales, en la migración de aves y algunos peces, en el cambio en fechas de crecimiento y floración de la vegetación, en el desplazamiento a regiones o latitudes altas de varias especies, así como en cambios en la abundancia y composición de las comunidades en los ecosistemas.

Las proyecciones que se tienen hacia 2050 indican que en el mundo habrá 400 millones de migrantes “tradicionales” (aquellos que deciden por voluntad propia salir de sus países de origen) y unos 143 millones de desplazados por causas relacionadas con el medio ambiente, de los cuales, según el Banco Mundial, 86 millones dejarían sus hogares en la región africana del Sahara, mientras que el sur de Asia registraría 40 millones de desplazados y Latinoamérica 17 millones.

Y si bien es cierto que existen ciudades costeras en países desarrollados que podrían resultar afectadas con la subida en el nivel del mar ante el calentamiento global, la realidad indica que las tres regiones antes mencionadas son las más susceptibles a sufrir los embates de la naturaleza y las consecuencias de la actividad humana (desertificación, deforestación, contaminación de mantos friáticos, carencia de alimentos) y también son las menos capaces para atender una emergencia humanitaria de esas dimensiones.

La geografía hace particularmente vulnerable a los países del Caribe ante los efectos de las catástrofes naturales y UNICEF advierte de manera enfática que los 43 millones de personas, entre ellos 12.6 millones de niños y adolescentes, que habitan en los denominados Estados Insulares en Desarrollo (PEID, por sus siglas en inglés) caribeños, están cada vez más en riesgo de desplazamiento forzado por huracanes vinculados al calentamiento climático.

Lo anterior obliga a establecer protocolos y programas en colaboración con organismos internacionales y otros Estados para atender a la población afectada, pero también urge que se cumplan los compromisos internacionales para evitar que se siga incrementando la temperatura de nuestro planeta por las actividades productivas de los seres humanos.

Es importante recordar que la temperatura media de la superficie terrestre aumentó más de 0.6 grados centígrados desde las últimas décadas del siglo XIX y se pronostica que incrementé de nuevo entre 1.4 grados y 5.8 grados para 2100, lo que supondrá el decrecimiento de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar, lluvias más intensas y sequias más prolongadas, así como el incremento de la degradación de ecosistemas y, evidentemente, desplazamientos humanos forzados.

El futuro nos ha alcanzado y como humanidad tenemos la obligación de remediar nuestros errores para evitar que terminemos con la existencia de este planeta, el único habitable con el que contamos hasta el momento.

* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor e investigador de tiempo completo adscrito al Centro de Relaciones Internacionales, director de la Revista de Relaciones de la UNAM y profesor de cátedra en el ITESM Puebla.

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