Parásitos: dialéctica estética

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Noé Ixbalanqué


Enero 02, 2020

Finalmente llega a la cartelera poblana la ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes 2019 y considerada la mejor película del año que recién ha terminado. Se trata de la impresionante, desgarradora y reveladora película asiática Parásitos (Gisaengchung, Corea del Sur, 2019) del reconocido director Bong Joon Ho, en la que plantea, alejado del análisis crítico ideológico, las consecuencias deshumanizadoras de la imposibilidad de la movilidad social en el capitalismo.

La familia Kim, con cuatro miembros, vive en un sótano en un barrio pobre de Seúl y ahora aprovecha la oportunidad que se le ha presentado al hijo mayor al ser contratado por los Park, una familia acomodada, como profesor particular de inglés. Poco a poco y uno a uno, se van instalando en esa casa como personas al servicio de esa familia como un plan para vivir cómodamente de ella; es decir, ser parásitos de la familia Park y tener la misma vida que ella, alejados de la inmundicia de su casa y de su barrio. Sin embargo alguien más ya hace lo mismo que ellos y su plan comienza a caerse, por lo que luchan por mantenerse ahí, en el lugar que el sistema ha planteado como meta de vida. Los Kim simulan muy bien pertenecer a ese mundo, pero lo que no pueden disimular es su olor a pobre.

Sin caer en el simplismo de articular una historia de buenos contra malos, derivada de una postura ideológica a favor o en contra, Bong Joon Ho retrata con crudeza y con inteligentes toques de humor negro la lucha invisible, de orden estético, entre las clases sociales a partir del discurso del éxito y su cómoda vida, discurso propio del sistema capitalista que en el neoliberalismo se ha ido al extremo. El hijo mayor de la familia pobre no carece de educación ni de inteligencia, percepción que usualmente se tiene de la pobreza —el discurso social del “chairo” en nuestro país, por ejemplo— y ello alimenta el anhelo aspiracional de las clases media y baja a una vida cómoda y exclusiva, discurso promovido por el sistema en sus narrativas, especialmente la mediática. Esta lucha invisible no se concentra en la acumulación de capital y la adquisición de bienes, sino en la dimensión estética de cada mundo, donde está la verdadera dialéctica de clases.

Así, para la clase alta, según Bong Joon Ho, no es malo ser pobre, sino oler a pobre, sino tener gustos de pobre. Y para los Kim es algo que no podrán cambiar fácilmente, no mientras tengan contacto físico y emocional con su mundo, uno que está ubicado abajo, muy debajo del mundo de los Park, física y emocionalmente. Los Kim viven en un sótano y han encontrado un búnker subterráneo en la casa de los Park para vivir como parásitos. Es decir, de todas formas siguen abajo, ahí donde está el drenaje, donde se generan esos olores y donde además poco se puede ver, oír, sentir y saborear del mundo; es el mundo de debajo, el de los pobres de la ciudad. Su relación con la realidad está determinada por esos factores, mismos que producen sensaciones reducidas y con ello emociones extremas de ira, deseo y placer inmediato, entre otros. La insensibilidad como consecuencia de la estética de la pobreza urbana. No, la familia Kim no son los malos de la película, pero no por ello Bong Joon Ho los justifica.


La casa de los Park, por su parte, está en lo alto, hay que subir escaleras para ingresar al hogar. Ahí la luz es plena, los colores son vivos y variados. El aire es pleno también, pues la ventilación es una característica de vivir en lo alto. Grandes ventanales, jardines iluminados, grandes espacios interiores decorados con buen gusto son las características de esa mansión. Pero la familia Park tiene sus ideas del mundo, ideas superficiales y deterministas que construyen su realidad como resultado de esa estética. Así que las tareas simples les resultan tediosas o difíciles, por lo que necesitan que alguien se encargue de ellas, creando las condiciones para tener parásitos y a la vez discriminándolos mientras los necesitan. Insensibilidad ante el otro que le otorga sentido. Paradoja dialéctica del encuentro de clases que Bong Joon Ho plantea. No, los Park no son los buenos de la película, pero tampoco los justifica. ¿Serán ellos los verdaderos parásitos?

Una gran película que, a partir de un retrato particular de la sociedad capitalista, nos plantea la reflexión sobre el sistema y sus determinismos sociales que reducen la dimensión de lo humano a un solo factor: o se es rico o se es pobre. Reducción no en términos de riqueza material solamente, sino la reducción más cruel de todas; la estética. Y así como en México la lucha entre “chairos” y “fifís” no es una lucha de posición económica sino una lucha de estética de clase, Parásitos hace visible esa lucha estética entre las clases. La verdad, pues, está en la dialéctica estética.

 

 

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