Avísenle que sigo en Tenochtitlan de Maurizio Guerrero
El periodismo a últimos años en nuestro país ha dado cuenta de las historias que los escritores han dejado de contar
El periodismo a últimos años en nuestro país ha dado cuenta de las historias que los escritores han dejado de contar. Ya casi no nos encontramos ante novelas monumentales. Sin embargo, el periodismo de fondo ha comenzado a ocupar las páginas de periódicos, suplementos –cada vez más escasos– y revistas literarias, de manera tal que los periodistas dan cuenta de una realidad que supera tremendamente a la ficción. No se trata de abarcar páginas, sino de contar historias sin importar la extensión. El trabajo de investigación que exige el oficio periodístico provee de herramientas narrativas, argumentativas y sobre todo vivenciales a los autores que deciden hacer el camino a la inversa: saltar del periodismo a la literatura. El caso de Maurizio Guerrero es particular: en 2008 se hizo acreedor al Premio Nacional de Cuento “Efrén Hernández”, por el libro Los cojos, y en ese mismo año se ganó la beca del Woodrow Wilson Center, para publicar su trabajo en The Washington Post sobre lavado de dinero del narcotráfico en el sistema financiero de los Estados Unidos. En 2009 comenzó su carrera como corresponsal de Notimex en Nueva York. Graduado de la carrera de periodismo, también fue becario de la Thomson Foundation, en donde se especializó en medios impresos. Ha sido colaborador de muchos periódicos de México, y su enorme trabajo periodístico le han dado un renombre internacional. Es por ello que al leer el libro de cuentos Avísenle que sigo en Tenochtitlan (Nitro Press, 2017) uno no puede más que sorprenderse por las imágenes que las historias nos presentan. De manera inmediata, el lector comprenderá que se encuentra ante la maestría de la pluma de un periodista que ha excavado profundo, en las entrañas de una sociedad postdecadente como la mexicana. Integrado por 4 historias, el libro recorre las entrañas de diversas clases sociales; en el cuento que da título al volumen, se plantea la historia de un periodista mexicano, que vive en Estados Unidos y trabaja para un periódico del vecino país y que es enviado a la capital de nuestro territorio para realizar un trabajo de investigación sobre los aparentes negocios turbios de Regino Gamboa, senador por Baja California. Su llegada a la Ciudad de México es acompañada por una dolorosa experiencia, algo que le ha ocurrido a su esposa y que está en el lector completar la historia. El periodista (¿acaso este cuento es el más autorreferencial de todo el libro?) se reconoce como perteneciente a una cultura guerreante y corrupta, salvaje y de voces clandestinas, a pesar de haber abandonado su patria hace tantos años siempre habrá algo que lo regrese a su pasado, el cual no tendrá el mejor de los rostros y parece que le perseguirá hasta el final de sus días. “Los de Zumpango”, cuento en donde se nos presenta la historia de dos universitarias quienes deciden emprender un viaje a Oaxaca para probar hongos. A la usanza de los años 70, las chicas llegan a un pueblo en el que suponen el tiempo no se ha detenido. Para desilusión suya se encontrarán que el lugar se ha olvidado de María Sabina, la sacerdotisa de los hongos, pero que el pueblo ha conservado el color local característico de los viajes psicodélicos de aquella época. La experiencia de estas dos amigas da un vuelco hacia el desencanto que hará replantearse no sólo la amistad, sino la cosmovisión de cada una de ellas. En “Ánima bendita”, tercer cuento del volumen, leeremos la historia que a mí parecer es la más brutal y la más desgarradora de lo que escribe Maurizio Guerrero. Esmeralda, personaje transexual, se encarga de atender un hotel en la frontera norte, específicamente en Tijuana. El cuento nos habla de cómo la corrupción y los negocios ilícitos están de la mano, pues de un día para otro, el jefe Oscura –amigo de varios políticos– y Tomás –un policía corrupto– se han hecho dueños del hotel donde trabaja Esmeralda para usarlo como fachada de su negocio: esconder inmigrantes para llevarlos del otro lado de la frontera. Este negocio tiene un trasfondo aún más terrible: los inmigrantes son engañados por Esmeralda, Oscura y Tomás, quienes no trasladan a Estados Unidos a la gente que ha pagado por su servicio, sino que sólo los llevan de Tijuana a Mexicali y ahí son abandonados en lotes de ventas de autos. Una noche, un par de periodistas jóvenes, impulsados por su activismo por defender los derechos de los inmigrantes, espían el trabajo que realizan los falsos “polleros”. Oscura, quien se ha revelado hasta este momento como un personaje frío, cruel y castigador, se pone nervioso al descubrir que es observado por los jóvenes, a quienes días después cazará en Tijuana durante una investigación periodística. Esmeralda se apiada de ellos. Enamorada de Tomás, intenta convencerlo de que la ayude a liberar a los jóvenes periodistas. Un dilema moral aparece en el cuento, una lucha eterna del bien contra el mal se representa en el texto. Lo que ocurre al final sólo es para los lectores que tienen el suficiente estómago para tolerar las historias subterráneas que ocurren en nuestro país. El libro cierra con “El fiordo de Xochiaca”, texto que nos hace darnos cuenta del recorrido periodístico que ha hecho Maurizio Guerrero. Si en el primer cuento parece que la capital del país es el escenario que le interesa, en éste nos daremos cuenta de que Maurizio ha recorrido la calle, el lodo, los cerros desgajados y las bajezas del alma humana. Enclavado en el Estado de México, Xochiaca es famoso no sólo por la cantidad de basura que se ha regado en ese lugar, sino por el desborde de aguas negras que ha ocurrido de manera continua desde su creación. La historia, rodeada por un ambiente escatológico, nos lleva a una noche en la que el cielo se está cayendo y el inminente desborde ocurrirá, mientras vemos cómo una serie de personajes apuestan las escrituras de su casa en juegos de mesa dentro de un prostíbulo. El cielo se desploma y con ello vence las casas de cartón. El bar, que se encuentra en una casa de dos pisos, pronto se vendrá abajo y los clientes que se encuentran en el primero reclaman su ascensión al lugar donde sólo el dueño puede quedarse. “Esta agua nos va a sacar chancros,” reclaman los clientes que saben de lo que es capaz Papayo, el dueño del lugar, quien no tiene empacho en consumir coca y alcohol y tener por ayudante a un menor de edad, a quien uno de sus sicarios le ha echado el ojo. Pronto, los clientes enardecidos subirán al segundo piso para cobrar venganza, sin importarles si la casa se viene abajo. Xochiaca se inunda, y no es el agua la que limpiará las impurezas de la sociedad de México. Por el contrario, el desbordamiento es una analogía de cómo la lluvia sólo estanca la podredumbre, por más que queramos escapar. Es el recuerdo de que todos los días flotamos entre la mierda. Avísenle que sigo en Tenochtitlan es la muestra de la constante decadencia en la que vivimos. Casi no hay rincón que se salve en este país. No es necesario encontrarnos con los escenarios exagerados y ficticios en donde se arrancaban los corazones de las víctimas. Maurizio Guerrero escribe un libro sólido, con una voz que cala los huesos, al más puro estilo periodístico, pero que rebasa las fronteras y se mete hasta el alma del cuento. Son golpes certeros, contundentes, sólidos. Cuando leemos la literatura de Maurizio Guerrero, nos encontramos ante algo que no terminamos de entender: la violencia de la cotidianidad.
Avísenle que sigo en Tenochtitlan, de Maurizio Guerrero. México, Nitro Press, 2017. |
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