Tan oscura, Agustín Cadena, Acálasletras Ediciones. 1era edición, 2019

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Invitado


Enero 04, 2020

POR Omar de Felipe

Lo primero que supe de esta novela fue la dificultad de conseguir un ejemplar de la primera edición publicada en la serie El Volador de Joaquín Mortiz. Más tarde supe que se había estudiado en las preparatorias, a escondidas (e imagino que acompañada por una leve sonrisa satisfecha), un poco después de que yo naciera, y que próximamente se lanzaría una nueva edición, junto con visitas y pláticas del mismo autor. La primera afirmación no es exagerada: Tan oscura es una novela erótica, publicada por primera vez en 1999.

De la misma forma en que Martín, el protagonista de Sobre héroes y tumbas –novela de Ernesto Sábato– busca en Alejandra, al penetrarla, un resquicio en la carne para encontrar un absoluto, Agustín Cadena explora el absurdo de la soledad, la sexualidad, el amor y el espíritu como componentes de un todo en su obra.

Ahora me arrepiento de no haber aprovechado la última cuestión (la visita del autor a Puebla para presentar la novela reeditada, ahora, por Acálasletras Ediciones), pues gracias a un préstamo (y posterior regalo) generoso en especie, me hice con un ejemplar de Tan oscura.

Al tratar de recomendar esta novela, vacilo sobre de qué hablar. Para el lector primerizo, comienzo con esbozo somero de su trama.

El mundo de Tan oscura se sitúa en la Ciudad de México en los 90. En este lugar Bodo, Gregorio y Julia se encuentran y chocan en un trío amoroso. “No”, le reafirma Julia a Gregorio, al inicio de la novela, “Estoy totalmente cierta de que te quiero a ti y a él no lo voy a dejar. A dónde nos lleve esto lo ignoro, pero no estoy confundida”. Entre el miedo de Bodo por perderla y el deseo de Gregorio por ella, Julia establece varias reglas de convivencia y los tres comienzan a vivir juntos en una misma casa.

De esta forma los protagonistas comparten angustias, peleas, tristezas y catarsis hasta separarse. Cadena es rápido en acentuar la ficción y trazar una ciudad de claroscuros, donde se unen noches opresivas, repletas de murmullos de otros tiempos, y días cálidos, cristalinos, con alegría, música y brío. Aquí es donde me detengo con la trama, pues explicar el resto de los acontecimientos demerita las ideas que surgen al leer el libro. Es mejor problematizar la coherencia y la unidad de la obra.

De igual manera, es importante indicar que una lectura realista es inútil: el trío amoroso debería de ser medido a través de las atmósferas que logra el autor y que trascienden lo literal. Si los personajes se abandonan a la mera y cruda búsqueda de la carne, del arte o de alguna burda caricia, es porque su destino es cruzar los límites del mundo que los rodea.

Otro elemento importante en la novela es la fuerza de las imágenes: aun con veinte años de su primera edición, las imágenes que propone Agustín Cadena resultan frescas. En un universo literario lleno de lugares comunes y tramas en las que se explota una y otra vez un erotismo que pertenece más a la televisión y al cine, Tan oscura es una lectura accesible pero memorable.

Cada personaje busca, de cierta manera, salvar los desencuentros propios que existen cuando se transgreden los límites espirituales y carnales. Ellos excavan y rasgan los bordes de la salvación que anhelan.

El acto puede ser suave, maternal, o llevar a la mutilación de los sentidos, dominados por la violencia y la abnegación del deseo. El sexo femenino se flexiona y se contrae rápidamente, pulsante, pero también se seca en el ardor de los amantes, “como una humedad seca, como espuma sin agua”. Pero también sucede lo contrario: se abre, lentamente, hambriento, como las fauces de un chacal y, necesariamente, los amantes vuelven a la cama, no en busca ya de placer, sino desesperados por calmar el dolor, aunque sea por unos minutos. En medio de estos resplandores carnales, o quizá por encima de ellos, vigilante, está la Ciudad de México, insomne, donde los personajes recuerdan y reconcilian sus motivaciones, pues el deseo no es todo lo que los mueve. En esta ciudad, en sus plazuelas, bares, cantinas, los protagonistas recuerdan sus infancias, reflexionan sobre su devenir.

En estos recorridos mentales se suscita la confusión por la dinámica del trío, la tristeza o ardor por los celos, o simplemente una extraña y calma melancolía. Lo simbólico podrá ser o no ser significativo para el lector, pero la fuerza del lenguaje lo hará volver a una segunda lectura, no para descifrar sino a profundizar, explorar, al igual que Bodo, Julia y Gregorio, los límites de la sexualidad y de su propia vida.

Encuentro que, a medida que hablo sobre Tan oscura, más aprecio los elementos que ya he descrito. Debo de admitir que, quizá por mi edad –21 años– la he disfrutado aún más.

Pero, al fin y al cabo, ese sentimiento suele surgir cuando autores se acercan a experiencias que, por ser tan íntimas, se convierten en universales, como el mismo Cioran lo sugiere. Al momento de esta redacción, mi ejemplar ya está debidamente en préstamo con alguien más, con la esperanza, por supuesto, de que descubra aquello que no he sabido narrar en esta reseña.

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