El triunfalismo no es el camino

  • URL copiada al portapapeles

Jaime OAXACA


Enero 06, 2020

El triunfalismo no es la solución para que la gente regrese a las plazas de toros en México.

El pasado domingo se concedió el indulto al toro Siglo y medio de la dehesa de Piedras Negras. Es el segundo en forma consecutiva, hace una semana también se le perdonó la vida a uno que fue para rejones. Ambos premios exagerados.

El argumento de siempre es que la gente lo pide y el juez debe concederlos. Eso es un pretexto ridículo para provocar triunfos apócrifos. Para qué diablos está un juez que no puede aplicar su criterio.

El triunfalismo engaña, maquilla, denigra. Según el diccionario es optimismo exagerado procedente de tal actitud, la sobre estimación de la propia valía.

Nos lo indilgan los políticos en sus informes, una sarta de mentiras y fantasías que son una ofensa para los ciudadanos.

Exactamente es lo que está sucediendo en la fiesta de los toros en el país y el mal está infectando peligrosamente la Plaza México.

Existen triunfos falsos, de relumbrón, porque se conceden premios sin argumentos sólidos a toros y toreros que provocan una idea equivocada de lo que sucede; muchos empresarios y diestros sólo quieren que se publique el corte de orejas, no cómo se cortaron.

Gran parte del público actual está acostumbrado a lo tangible, son insuficientes los detalles con aroma, esos que se recuerdan toda la vida, como aquella larga cordobesa del Calesero o la media verónica de Javier Bernaldo o el trincherazo del Pana, entre otros muchos ejemplos.

Hoy quieren resultados, números. Se pretende que todo se resuma a las orejas cortadas. Existe gente que si sale de la plaza sin que haya habido ese corte de orejas cree que asistió a una corrida que terminó empatada a cero.

En realidad, había expectación por ver el encierro de Piedras Negras, es que a algunos aficionados les gusta ver lidiar esos toros. Es una ganadería que se ha mantenido fiel, que no le ha echado agua al vino y que por consecuencia, conserva bravura. No quiere decir que todos los toros salgan bravos, pero predomina en esa sangre tlaxcalteca.

Otros rogaban al chamuco que los toros de la peculiar corbata pegaran un petardo. No fue así. Ésos tienen que seguir usando sábila y fomentitos de agua helada para que no les arda, me refiero a la piel.

La propia empresa y sus asesores, por ejemplo, maltratan a la dehesa, dan la impresión que el nombrecito les provoca piedras en el hígado. Es cierto que en la publicidad le pusieron el calificativo de legendaria y que en el ruedo dibujaron el hierro piedrenegrino, pero si realmente le tuvieran respeto no la hubieran programado en una fecha tan méndiga ni con un cartel tan flojo.

El actual propietario Marco Antonio González mandó seis ejemplares bien presentados, fueron aplaudidos por su buena presencia el primero, el sexto y algún otro que no recuerdo. En el arrastre se aplaudieron el primero, el segundo y, desde luego, el indultado. Los seis repitieron con prontitud al capote.

En la suerte de varas el primero fue dos veces al caballo, en ambas lo tumbó. El segundo se escupió cuando sintió la puya, pero en el segundo viaje peleó fuerte, inclusive metió los pitones abajo del estribo. Al tercero le dieron hasta pa’llevar, lo medio mataron desde el caballo, duró poco y fue pitado en el arrastre.

El cuarto y quinto cumplieron en el peto

La divisa rojinegra de Piedras abandonó la plaza con la categoría que le caracteriza, brindó emoción y autenticidad a lo que sucedió en el ruedo; no fueron toros colaboradores, eso sólo existe en las carretillas. Alguno desarrollo sentido, había cinqueños. Para el inicio del último tercio, el tercero estaba en tablas, fue citado en los medios, el burel sangraba, dejó dos charcos, el toro acudió al llamado, sus dos pezuñas delanteras las mojó de sangre, consecuentemente se echó al final de lidia.

El negrito en el arroz fue la suerte de varas del sexto, sólo un puyacito, un toro que no cumple esa prueba no merece el indulto. Pero en la Plaza México, como en casi todos los recintos taurinos, la suerte de picar ha perdido relevancia.

Medio Siglo embistió todas las veces que fue requerido, a mi entender le faltó emotividad en la última parte de la faena; el torero casi no lo templó, hubo varios gritos de ¡toro, toro!, pero no era una expresión para indulto, simplemente es la forma habitual de manifestar que el torero no está a la altura del cornúpeta.

A mi juicio ese fue el detonante, empezaron a sacar unos cuantos pañuelos y luego salieron muchos solicitando que se le perdonara la vida al cierraplaza. El diestro se fue por la ruta fácil, hizo que se perfilaba para tirarse a matar y chin, el juez que saca el pañuelo para indultar. Los toreros deben comprender que los indultos son premios a los toros.

El menos culpable fue el ganadero, él fue a festejar los 150 años de la antigüedad de su dehesa y lo hizo bien. Sólo hay que lamentar que alguien le dio un regalo chafa; por lo demás como grita El Profesor: very good ganadero. El problema es que La México sigue perdiendo categoría. ¡Aguas!, el triunfalismo no es el camino.

  • URL copiada al portapapeles