San Felipe de Jesús y la Constitución Mexicana

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Invitado


Febrero 03, 2020

“Viejo o adolescente, criollo o mestizo,

general, obrero o licenciado,

el mexicano se me aparece

 como un ser que se encierra y se preserva:

máscara el rostro y máscara la sonrisa”

Octavio Paz

Será coincidencia o no, pero una nación en plena conformación en el siglo XIX, como fue México, cuya población, dispersa por todo su territorio, observaba un gran vacío de poder, de legitimidad y, sobre todo, de conocimiento de los sujetos que pretendían comandar el país sobre las propias necesidades de un país tan regionalizado, se está repitiendo actualmente. Resulta que la Constitución decimonónica mexicana se promulgó un 5 de febrero, fecha exacta en que la iglesia católica mexicana venera al mártir de ese tiempo San Felipe de Jesús, que posteriormente fue patrono de Ciudad de México y primer santo mexicano, así como patrono de los plateros y oficios similares muy emblemáticos del tiempo de la colonia: pues hay que recordar que las principales exportaciones en ese tiempo colonial a Europa era la plata y el azúcar.

En la conformación de la identidad de las naciones a lo largo de la historia, siempre se ha necesitado buscar fechas emblemáticas y héroes que identifiquen a una determinada población. Por esto se resalta lo que han realizado las batallas y luchas que tuvieron tales personajes. Eso lo hace el Estado con la finalidad de tener lazos de unión entre la propia población y, por ello, lo pone en la historia oficial de la nación: a lo que se denomina como la historia monumental.

Desde luego que no es una coincidencia que la promulgación de la constitución mexicana liberal del siglo XIX haya sido en la misma fecha que se celebra a San Felipe de Jesús, fecha de su fallecimiento por las torturas que pasó en Japón, esto es, un 5 de febrero. Había que buscar una fecha exacta para su promulgación, aunque la historia actual se ha encargado de olvidarla.

Posiblemente, la problemática actual es que esta denominada historia monumental ya no se ve tan de cerca en los últimos tiempos, atendiendo a que el sistema mundial actual que nos gobierna busca romper con esos regionalismos, con esas culturas dentro de las culturas, con las tradiciones locales que identifican a las poblaciones; todo con la pretensión de conformar un ciudadano occidental común o global, que no tiene otro propósito que la necesidad de convertirnos en simples consumidores de los productos que el propio sistema mundial produce. Hoy, por ejemplo, sobresalen los productos farmacéuticos en boga, como son los anti-ansiolíticos, pues se pretende que cualquier persona consuma estos productos para el bien de la industria farmacéutica mundial más que para el bien propio de cada individuo. Por ello, se inventó el estrés de la década de los sesenta, el cual no existía, menos al grado tan agudizado en que se encuentra hoy.

Muestra de que las políticas mundiales pretenden olvidar estas historias nacionales monumentales es lo que ha sucedido con el sistema escolar y laboral en México. Se ha dejado de lado la historia nacional, en los últimos tiempos, los héroes han sido desprestigiados, se han ido desacreditando las tradiciones y, sobre todo, se ha perdido el sentido de solidaridad entre las personas. Por ello, por ejemplo, en los tiempos de la presidencia en México de la oposición de inicio del actual siglo XXI, se pasó a la implementación de los denominados puentes largos, que provocan el “olvido” de la historia nacional, como es el caso de esta fecha en que se conmemora la promulgación de la vituperada Constitución, ya que cuántos de las nuevas generaciones desconocen el porqué de este día: algunos “razonan”, desde las tradiciones, sosteniendo que el puente largo se debe al “día de los tamales” y otros, un poco “más globales”, dicen que es por el día del súper tazón.

Pero lo cierto es que la Constitución liberal de México del siglo XIX se promulgó en la misma fecha en que se venera a San Felipe de Jesús, que nació en Ciudad de México, Nueva España, en 1572; fue un fraile franciscano martirizado en Japón y que vivió en Puebla en lo que ahora es la iglesia de San Antonio y el orfanato Hernández Villar, en pleno centro histórico de la ciudad; estructuras que actualmente se encuentran en ruinas debido al temblor de septiembre de 2017.

Cualquiera pudiera sostener que no era posible que esa constitución decimonónica liberal del siglo XIX mexicana se pudiera promulgar en esa fecha, pero no había opción; una fecha emblemática de esos tiempos —atendiendo a la falta de identidad que existía entre la población y la nueva nación— no podía ser más que con una festividad religiosa, muy a pesar de que eran los promulgadores de la Constitución liberal. No dejaban de ser católicos, pese a que la historia oficial mexicana ha querido ocultarlo en los libros de texto, en las lecciones de historia, en los museos, en los discursos políticos, en los monumentos, etc. Sin embargo, el hecho de que los constituyentes liberales estuvieran en contra de muchas de las situaciones que se presentaban en esos tiempos con la iglesia, eso no les quitaba su fe y su creencia. Por lo tanto, muy a pesar de la actual historia oficial y del desastre del sistema educativo con que se cuenta, totalmente operativo y nada reflexivo, la Constitución mexicana tiene mucho que ver con aquel santo mexicano.

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