Don Neguib, qué buen regalo de cumpleaños

La México, el recinto taurino construido por él, que mañana cumple 74 años.

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Justo hace un año le ofrecí disculpas a don Neguib Simón Jalife por todas las cosas malas que suceden en la plaza más grande del mundo: La México, el recinto taurino construido por él, que mañana cumple 74 años.

No han cambiado las cosas. Sin embargo, el pasado sábado 1 de febrero hubo un acontecimiento insólito que le dio oxígeno a la tauromaquia mexicana: la gente asistió a la plaza.

El coso cumpleañero que fue inaugurado por Luis Castro El Soldado, Manuel Rodríguez Manolete y Luis Procuna, quienes estoquearon un encierro de San Mateo, cada vez está peor, la gente dejó de concurrir a los festejos, éstos se realizan con paupérrima asistencia. Tratan de maquillar y justificar la pésima asistencia, no lo consiguen.

La empresa actual se denomina “La Plaza México” y está compuesta por dos personas. Alberto Bailleres González, poderoso hombre de negocios de los más ricos del mundo, propietario de un titipuchal de negocios extra taurinos, otros del toro como ganaderías en México y España, apodera varios toreros de aquí y de allá, maneja plazas en más de un continente.

El otro socio es Javier Sordo Madaleno, arquitecto famoso, respetado en ese medio y ganadero de bravo.

Con dos personajes así, sobresalientes en sus negocios, tendría que ser suficiente para que la fiesta de los toros estuviera en auge; no obstante, no sucede, tienen asesores incapaces que parecen enemigos de la fiesta, porque sus consejos son desacertados, pésimos.

Es increíble que un hombre tan poderoso como don Alberto permita ser pisoteado por las figuras extranjeras. Quién le aconsejará que para ser alguien dentro de la fiesta brava deba tolerar que mancillen su orgullo y se rían de él. Con el poder empresarial y dinero que tiene el señor Bailleres podría tocar el pandero al ritmo que quisiera. Las figuras deberían ponerle la alfombra roja, no al revés.

Al servicio de los extranjeros

Total, la afición no tiene confianza en la actual empresa, ésta insiste en comprar toros de ganaderías que tienen como símbolo el descastamiento, porque en lugar de dar gusto a su clientela prefieren cumplir antojos a casi todos los extranjeros. Además de hacer el ridículo, incumplen el reglamento y mancillan la tauromaquia.

Por eso la relevancia de lo sucedido el sábado pasado.

La empresa abrió gratuitamente las puertas de La México a los aficionados para que la conocieran a conciencia, que recorrieran esos rincones prohibidos al grueso de la gente. Caminaron por los corrales, los toriles, el patio de picadores, las cuadrillas y la capilla; pisaron el callejón, el ruedo y disfrutaron de una tienta, esa labor privada que se realiza en las ganaderías. Se lidiaron vacas de diferentes ganaderías por matadores con alternativa.

La empresa anunció la actividad con sólo una semana de anticipación. Francamente parecía algo sin trascendencia, que la gente no asistiría porque el aviso fue sin mucho ruido, al vapor.

¡Sorpresa!

¡Qué agradable sorpresa! La respuesta del público fue increíble, llegaron al coso y llenaron una buena cantidad del tendido para ver tentar a las vacas.

Cuando todo mundo pensaba que no había interés por la fiesta, una buena cantidad de aficionados demostró lo contrario. La empresa debe pensar seriamente qué hacer con este gran capital taurino que acaban de descubrir. Ya los metieron a la plaza, no los echen fuera.

No importa de quién fue la idea, el logro es de la empresa. Causa alegría decirles sin coba ni lambisconería ¡Olé empresa de la Plaza México!

Cuando parecía que todo estaba perdido llega ese tanque de oxígeno a la tauromaquia mexicana, una bocanada de esperanza. Lo mejor del aniversario 74 no es la inclusión de los diestros fuereños caprichosos y ventajosos en los carteles del 3 y 5 de febrero. La asistencia del público es lo relevante de la celebración del coso más grande del mundo.

Aún falta que le digan a la gente quien construyó la plaza, espero que algún día le hagan el reconocimiento que usted se merece; mientras tanto don Neguib, qué buen regalo de cumpleaños.

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