La menos feminista de las feministas

  • URL copiada al portapapeles

Alma MORADA


Marzo 01, 2020

Debo comenzar confiando que quien escribe esta nota se tiñe el cabello, se pinta la boca, se ha practicado depilación permanente en las piernas y es paciente con los procesos de aprendizaje de los hombres; de ahí el título de esta publicación, mostrando sarcásticamente que en realidad eso no te hace más o menos combatiente. En seguida, quiero reconocer profundamente los movimientos feministas que son acciones en colectivo para reivindicar los derechos de las mujeres.

Mi lucha está encaminada en identificar a cada momento y desde lo cotidiano acciones reivindicativas, eso desde mi quehacer profesional, cuidadora del hogar, madre de un niño, alumna universitaria, pareja y demás. Igual que la de muchas otras mujeres con y sin intención de darse cuenta de que en realidad sus prácticas ya son una manera de resistir. Por ejemplo, la enmarcación del cuerpo de las mujeres; donde históricamente fue utilizado como un campo de batalla que actualmente nosotras mismas, a través del arduo trabajo, lo aprendimos a emplear como un arma combatiente. Poniéndolo en espacios públicos y también privados como la casa, las relaciones personales, la crianza de las/os hijas/os y nuestros quehaceres cotidianos.

Una manera profundamente combatiente es la revolución diaria que hacemos a partir del amor propio y la práctica del amor en general. No hablo de un amor romántico, hablo de la acción de elegir aportar al mundo el sentimiento del amor y sus derivados: dulzura, compasión, empatía, serenidad y gozo. Son algunas de las acciones más revolucionarias con las que podemos acompañar nuestras prácticas diarias.

Al mundo le viene bien una buena dosis de ello. Ser amables con las/os desconocidos, ser empáticas/os con todas las personas, pues cada quien está librando sus propias batallas; ser amorosas/os con la humanidad para saber que mi aportación es, en sentido estricto, ya una práctica combatiente con el uso del cuerpo: abrazar, saludar, sonreír, apoyar, sostener y emanar estados de bienestar para acompañar la manera en que cada una elija luchar. Esta feminista (quizá menos feminista frente a los ojos de alguien), decide hacerlo desde la espiritualidad y el amor; les prometo que no es menos fácil que las otras formas en que lo hacen los y las compañeras de lucha. Por el contrario es exponencial, cuestionable o incluso bajo de reconocimiento.

Pero resulta altamente satisfactorio acompañar mis luchas personales y colectivas desde el amor, mirando almas y no cuerpos por división de sexo y género.


  • URL copiada al portapapeles