La menos feminista de las feministas

Mi lucha está encaminada en identificar a cada momento y desde lo cotidiano acciones reivindicativas

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Debo comenzar confiando que quien escribe esta nota se tiñe el cabello, se pinta la boca, se ha practicado depilación permanente en las piernas y es paciente con los procesos de aprendizaje de los hombres; de ahí el título de esta publicación, mostrando sarcásticamente que en realidad eso no te hace más o menos combatiente. En seguida, quiero reconocer profundamente los movimientos feministas que son acciones en colectivo para reivindicar los derechos de las mujeres.

Mi lucha está encaminada en identificar a cada momento y desde lo cotidiano acciones reivindicativas, eso desde mi quehacer profesional, cuidadora del hogar, madre de un niño, alumna universitaria, pareja y demás. Igual que la de muchas otras mujeres con y sin intención de darse cuenta de que en realidad sus prácticas ya son una manera de resistir. Por ejemplo, la enmarcación del cuerpo de las mujeres; donde históricamente fue utilizado como un campo de batalla que actualmente nosotras mismas, a través del arduo trabajo, lo aprendimos a emplear como un arma combatiente. Poniéndolo en espacios públicos y también privados como la casa, las relaciones personales, la crianza de las/os hijas/os y nuestros quehaceres cotidianos.

Una manera profundamente combatiente es la revolución diaria que hacemos a partir del amor propio y la práctica del amor en general. No hablo de un amor romántico, hablo de la acción de elegir aportar al mundo el sentimiento del amor y sus derivados: dulzura, compasión, empatía, serenidad y gozo. Son algunas de las acciones más revolucionarias con las que podemos acompañar nuestras prácticas diarias.

Al mundo le viene bien una buena dosis de ello. Ser amables con las/os desconocidos, ser empáticas/os con todas las personas, pues cada quien está librando sus propias batallas; ser amorosas/os con la humanidad para saber que mi aportación es, en sentido estricto, ya una práctica combatiente con el uso del cuerpo: abrazar, saludar, sonreír, apoyar, sostener y emanar estados de bienestar para acompañar la manera en que cada una elija luchar. Esta feminista (quizá menos feminista frente a los ojos de alguien), decide hacerlo desde la espiritualidad y el amor; les prometo que no es menos fácil que las otras formas en que lo hacen los y las compañeras de lucha. Por el contrario es exponencial, cuestionable o incluso bajo de reconocimiento.

Pero resulta altamente satisfactorio acompañar mis luchas personales y colectivas desde el amor, mirando almas y no cuerpos por división de sexo y género.


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