Volver a la realidad
Las mexicanas que este año vivimos la marcha del 8 de marzo y el paro nacional del 9 de marzo.
Las mexicanas que este año vivimos la marcha del 8 de marzo y el paro nacional del 9 de marzo, hemos detonado hacia nuestros espacios de incidencia, la posibilidad de caminar de la reflexión hacia la acción. Las calles fueron apropiadas bajo consignas que reconocen la lucha de las que nos han antecedido, que recuerdan a las que les han arrebatado sus voces, que hicieron vibrar corazones sin distinción de género, que reclamaron el alto a la violencia en contra de las mujeres. Al día siguiente, la ausencia masiva demostró que nuestra fuerza representa un capital económico, político y social que algunos escépticos siguen buscando minimizar. La narrativa internacional congestionó redes sociales con las muestras de plazas abarrotadas de mujeres alrededor del mundo el día de la marcha, así como muestras de solidaridad de compatriotas el día del paro. El día 10 de marzo regresamos a nuestros espacios públicos, a compartir las experiencias en las academias, sensiblemente impactadas después de una semana en la que en dos ocasiones las consignas cimbraron a Puebla; a continuar con nuestros trabajos, a escuchar opiniones encontradas sobre las formas de manifestarse… pero en realidad, ¿algo cambió en particular esta vez? Es poco romántico considerar que un fin de semana puede transformar ideas arraigadas sobre el papel de la mujer en la sociedad, mucho menos cuando el centro de la conversación puede distorsionarse con facilidad. Las brechas de desigualdad continúan en la misma magnitud; desafortunadamente, también las manifestaciones de violencia de género; y qué decir de los problemas latentes que en un mismo fin de semana se sumaron: depresión económica y amenazas ante la crisis que provoca el coronavirus. Pese a esta realidad, hoy la agenda feminista reclama un lugar más allá de la conmemoración de una fecha internacional. Hoy aspira al reconocimiento inalienable, irrenunciable, imprescriptible, indivisible y progresivo por cada una de nosotras de manera casi natural, justo como la teoría en torno a los derechos humanos lo señala… Nuestras opiniones podrán contar con sus propios matices, pero esta vez el motor que nos impulsa está claro. México se encuentra preparado para transformar su Constitución con perspectiva feminista. Bueno, ¿al menos con lenguaje incluyente? Es momento de retomar los debates sobre salud reproductiva, embarazo infantil y adolecente, entre otros que acompañan al derecho de las mujeres a decir sobre nuestros cuerpos; ¿o aún es tiempo de argumentar sobre la moralidad que debe acompañar al derecho? ¿Podrán reconocer empresas y gobierno la falta de acciones concretas para revertir la brecha laboral, o preferimos pensar que esto, junto con los techos de cristal y de concreto, son otros “inventos” de las mujeres por justificar su falta de competitividad?, ¿vamos a seguir postergando la creación de políticas públicas para revertir la desigualdad de mujeres indígenas, migrantes, lesbianas o con discapacidad?, ¿vamos a continuar repartiendo culpas en lugar de asumir nuestras responsabilidades? Muchas continuaremos impulsando que las acciones y políticas públicas con perspectiva de género sean cada vez más cercanas. Muchos también se sumarán. Hemos logrado que estos debates transiten de lo público hacia lo privado y viceversa… La rueda de la realidad nos seguirá moviendo. Muchos corazones y mentes se agitan para no tolerar más desigualdades. Estoy segura de que cada vez seremos más.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, diario imparcial de Puebla. |
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