29 de Marzo de 2020 |
“[…] mientras tengamos congreso, no hay progreso”. “Nuestro pueblo sigue muriendo de hambre y de enfermedades curables, sumidos en la ignorancia, en el analfabetismo, en al incultura. Y hemos comprendido que si nosotros no pelamos, nuestros hijos volverán a pasar por lo mismo”, Antonio López de Santa Ana 11 veces presidente de México.
EZLN, 1 de diciembre de 1993 Habría que preguntarse como mexicano, pero, sobre todo, como quien conoce la historia de nuestra nación: ¿por qué los políticos están empecinados en las reelecciones, si sabemos que han sido una historia de la violencia? Pudiera decirse que, desde los griegos, se ha denominado como “pleonexia” al afán que tiene el ser humano por contar siempre con más bienes o cosas materiales o, bien, por estar interesado siempre por cargos políticos. Ahora bien, aquí en México, la lucha por evitar la reelección ha derramado mucha sangre; no obstante, seguimos tercos en la reelección de los cargos políticos. En la reforma constitucional, publicada el 10 de febrero de 2014, se estableció en el artículo 59°, textualmente, lo siguiente: “Los senadores podrán ser electos hasta por dos periodos consecutivos y los diputados al Congreso de la Unión hasta por cuatro periodos consecutivos. La postulación sólo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que los hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato”. Dicho esto, lo que hacía falta era adecuar las leyes secundarias a esa reforma constitucional. En el mes de marzo de 2020 (concretamente el miércoles 18 de marzo de 2020), en pleno estado de calamidad con la pandemia que está circulando por todo el mundo, resulta que la cámara de diputados aprobó las reformas a Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE) y a la Ley General de Partidos Políticos (LGPP) para que se reglamente la elección de hasta por 4 periodos consecutivos de 3 años para diputados, y de 2 periodos consecutivos de 6 años para los senadores, sin que sea necesario que diputados o senadores tengan que pedir licencia o salir del cargo para las campañas electorales. Por ende, independientemente de que esto los pone, para las elecciones, en mejores condiciones que los candidatos que no tengan cargos públicos, lo cierto es que pareciera que en México seguimos empeñados en algo que ha costado miles de muertes en la historia independiente de este país. Basta recordar los inicios del siglo XIX, en México, cuando don Antonio López de Santa Ana, que se autonombraba como “su alteza serenísima”, fue presidente de México en once ocasiones — según sostiene la historia— o, bien, el tiempo en que se mantuvo en el poder el presidente Benito Juárez, pretendiendo defender el sistema republicano ante los embates de la implementación de un emperador que desconocía la Constitución de 1857, y cuya última reelección dio como consecuencia la insurrección de Porfirio Díaz, quien, a su vez, bajo la bandera de la “no reelección”, terminó siendo el presidente de México durante 30 años; razón por la cual tuvo que salir de la nación debido a la revolución incitada por Francisco I Madero, bajo la misma bandera de la “no reelección”; revolución que, hasta la fecha, fue la más sangrienta y de mayor número de muertes que se ha presentado en la historia de América latina desde la independencia de los países de esta región. Claro que sin contar las muertes que causó la conquista española y portuguesa, pues en ambas —según los historiadores— sucedieron 50 millones de muertes. Pues bien, todos esos eventos tormentosos han provocado miles de muertes; todo a causa de las reelecciones. Por ello, después de la revolución, las resoluciones y actuaciones de las autoridades federales e, incluso, las de los Estados y municipios siempre han puesto en la firma del funcionario que emite las la leyenda de: “sufragio efectivo, no reelección”; como si esto fuera ya un derecho fundamental en nuestra nación. Dicho esto, no debemos olvidar que las naciones deben contar con las instituciones jurídicas que más se les acomoden y rechazar lo que más les agravie. En México, la reelección siempre ha sido sinónimo de agravio. Por ende, aquella leyenda asume que, por ningún motivo, deben proceder las reelecciones, ni siquiera en los términos como se están recientemente autorizando en la cámara de diputados; ya que es bien sabido que la reelección en México siempre ha sido una historia de violencia. Hoy es el momento adecuado para recordar nuestra historia y no volver a caer en los mismos errores.
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