No se despreocupe

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Hay de preguntas a preguntas: — ¿pueden los átomos destruir al mundo?—. Cantinflas, en la película Soy un prófugo, dijo: — sí, aunque Usted no lo crea—. En seguida, hizo una distinción con la dinamita, atendiendo a la apotología de la palabra. De manera similar, a fuerza de comparar, se busca la respuesta a una interrogante que ronda en todas partes: ¿después de la cuarentena, seremos los mismos?, para lo cual es necesario acercarse a dos de los más disímiles e interesantes inventores de vocablos.

Si Cantinflas estuviera aquí —entornando los ojos, observaría a su interlocutor (que no es Usted) y succionando un cigarrillo de papel arroz, inquiriría: — ¿Chato, pero porqué andas tan «incróspito»?; ¿qué anda Usted averiguando?

En seguida, sorbería el aire, aspirando la inteligencia universal, y reprendería: — pero, usted está aquí; digo, sí, como que aquí está usted, porque yo también estoy, no es una cosa que digamos que, pero bueno, sí, aquí estamos, ¿no, cree? ¿O qué, a poco usted es de los queee?, porque si usted es de los queee — ladeándo la cabeza, moviéndose como un boxeador y agitando las manos, agregaría: — no es que yo no sepa, porque la verdad, si yo se; no digamos así, como…

Inmediatamente, con ademán de desesperación por la torpeza de su oyente, meneándose a ritmo de vals, chuparía tres veces más el cigarro y con mirada inquisidora remataría—: ¿o no, Chato?


En el medio de este lenguaje cantinflesco, no se sabe cómo contestar, pués no se está preparado para ello. Es más, sobreviene, primero, una duda ¿la pregunta estuvo bien hecha?; y después, la certeza de que no debió formularse nunca, porque pensándolo bien, ¿qué significa incróspito?

No se crea, para cantinflear (verbo introducido en el Diccionario de la lengua española en 1992), se requiere de habilidades que son propias de los genios del lenguaje, y amplia facilidad para los trabalenguas y para hilvanar ideas incompletas, contrapuestas, y de profundo y revelador contenido.

No se ría, superados los pensamientos pesados y flacos de Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes, mejor conocido como Cantinflas, conviene, ahora, acudir a la voz sencilla y pura de un poeta, Octavio Paz, quien declara:

(…) Fluye, callado, el tiempo;

al borde de mí mismo,

sombra de mí, me miro:

¿soy el mismo, soy otro?

 

En silencio me escucho;

escribo, borro, escribo

y al filo de esta pausa

me inventa una palabra.

fragmento de La hora.

 

Pero el buen Cantinflas, fiel al estilo de las coplas cantadas en la película ¡A volar joven!, replicaría de este modo:

Circule, Chato, y cállese, estése quieto y silencioso, ¡asiliéncese!

Y no se haga, que no estoy. ¿Éste?, soy mi sombra;

¿cómo qué si soy otro? Ay, cómo será Usted, ya le dije que soy yo.

 

Siiilencio; ¿qué, no me escucho?, y por qué no me voy a escuchar, honradamente, cómo que no escucho; lo estoy clachando»; sí, escucho lo que no escucho; ¡abusado, joven!, no esté Usted inventando palabras.

‘Ombre, cuál pausa, cómo para qué parar; porque fíjese, la mala intención, como quien dice; ¿qué dijo usted?, ¿que ya es otro? ¡No¡, ¡oiga usted!, hay que interiorizarse, yo en cambio sigo siendo aquél, pero pudiéramos llamar, en segunda vuelta.

 

Lo anterior, para Octavio Paz, premio nobel de literatura, significa que el hombre siempre se interpela: ¿soy el mismo, soy otro? , y sin importar cuáles sean los sucesos, la humanidad se reescribe constantamente; por eso, escribe, se borra y se vuelve a escribir. El hombre nunca desaparece, más bien, se reinventa, resurge en uno distinto que conserva toda la memoria de su pasado; es, a la vez, él mismo y otro. O, como afirma, Cantinflas: sigo siendo aquél, pero pudiéramos llamar, en segunda vuelta.

Resolver el inquietante cuestionamiento queda en manos de cada uno; sin embargo, Usted no se despreocupe, se puede optar por el modo entendible de Paz o por el estrambótico de Cantinflas.

 

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