Una peste como nunca con gobiernos como siempre

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“Entreguemos el poder a los expertos

porque una democracia no es un

régimen en el que mandan los que saben”,

Daniel Innerarity

 

Diarios y periódicos oficiales llenos de buenos deseos a los ciudadanos, pero sin resolver problemas. Policías rondando la ciudad con torretas encendidas en plena madrugada para demostrar la vigilancia perpetua a la ciudadanía con insomnio. Parques y jardines cerrados con sus bancas clausuradas para cuidar la integridad y salud de quien osare sentarse. Calles cerradas, inspecciones a negocios y comercios abiertos al público con levantamientos de actas e invitaciones a cerrarlos, desalojarlos o abandonarlos. Autobuses y camiones abarrotados de personas con la sana distancia (pero sólo para cuidar la cartera o el bolso). Obsequios temporales en algunas oficinas y centros de trabajo, donde los órganos del gobierno entregan despensas, víveres o cheques, en tanto alcance la recaudación de los impuestos de aquellos otros que ya no pueden pagar ni la rentan ni los impuestos, porque tienen la cortina abajo. Juzgados y tribunales cerrados pese a la injusticia, que no tiene días ni horas inhábiles, ni minuto de descanso en esta pequeña eventualidad en la que cada quien está arreglándoselas como puede y en la que la justicia interviene en el “momento procesal oportuno”, que, desde luego, no es cuando se necesita. Órganos jurisdiccionales y legisladores sustituidos por interesantísimas conferencias de prensa, que, cada día, tienen menos concurrencia, pues, con tanta conferencia y a todas horas, interesan menos que una telenovela.

Todo esto, puesta la esperanza en las decisiones de los expertos, en aquellos que nadie conoce ni por los que nadie votó; aquellos que no pertenecen a ningún partido, pero que son los que están dictando las medidas a seguir. Por tanto, nuestros gobiernos, al igual que la población, están confinados.

Pareciera que la mejor ocasión no pudo suceder para aquellos gobiernos incapaces de resolver un problema cualquiera. Esta pandemia salió de toda proporción y, desde luego, cualquier gobierno y nivel del mismo están rebasados. Es imposible que alguno de los poderes de la unión tome una medida coherente; a veces pareciera que es la mejor forma de justificar la incapacidad. Por ello, lo más sencillo es, desde el poder judicial, resguardarse. Total, los justiciables se andan contagiando. El legislador dictando y autorizando leyes de todo, menos de lo importante para salir del problema. Todo queda en manos de la administración pública y del poder policial, como en los mejores tiempos del totalitarismo; y estos gobiernos rebasados, en las manos de los expertos. Por ello, el profesor Daniel Innerarity sostiene: “La idea de que es un mundo de todos y de nadie. Los asuntos que son de todos, pero de los que, al mismo tiempo, nadie puede o quiere hacerse cargo” (Un mundo de todos y de nadie, Barcelona, Paidós, 2013).

Todo da a entender que no hay ninguna luz al final del túnel en estos momentos ni, menos aún, en un tiempo prudente. Los expertos que hoy tienen en sus manos a la población parecen no serlo o, por lo menos, no lo aparentan. Además de sistemas de salud rebasados, medicamentos inexistentes, cuarentenas de más de los 40 días, se suma una población desorientada a la que lo único que la une (de entre los que creen en el virus, los que están enfermos, los que están temerosos y los que asumen que no existe la enfermedad) es coincidir en la incapacidad de los gobiernos y la ilegitimidad de las instituciones. Una peste como nunca en gobiernos como siempre.

 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, diario imparcial de Puebla. 

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