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Agencias| El agua discrimina al aceite pero no por la tonalidad amarilla; si yo pidiese entrar a la zona de infectados con Covid-19 de un hospital, evidentemente me sería impedido. Periferia Abierta

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Me siento en un trono de chumeles

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Eso es lo que diría si continuase con la lógica tuitera. Después de la cancelación del foro sobre racismo y clasismo en México, donde el youtuber Chumel Torres participaría con sus comentarios sobre el tema, el personaje mencionado sacó a la luz un video donde se queja de lo sucedido. De forma clasista y racista.

A la charla virtual también estaba invitado el actor Tenoch Huerta, quien interpretara al Caudillo del Sur en El encanto del águila. “Trabajen más, Tenoches”, diría Torres en alguna parte del video.

Quiero creer que el “Tenoches” es despectivo; en algún lugar donde el español no esté combinado con las lenguas originarias; o la base de la economía no sea el negocio informal; o nuestras caras no se parezcan a las máscaras de jade mayas o a las cabezas colosales olmecas.

Ese lugar se llama Europa. Y pongo al viejo continente como referente porque el color de la piel o la forma de los ojos de cualquier otro pedazo de tierra también nos parecerían dignas de rechazo. Los griegos nos heredaron la mala costumbre de rastrear el mármol en donde sea, no importa si es en una selva o a mitad de un desierto. Los clásicos nos llevaron a la concepción estética eurocentrista; nuestras aspiraciones, a escribirle cartas al rey de España pidiendo viole nuestra soberanía. Y yo que tanto me quejo de que Octavio Paz nos llame “hijos de la chingada”.

No obstante, lo indígena está de moda. Existen los partidarios de no regatear a los indígenas, de llevar blusas bordadas a Francia y pintarse la cara tricolor cada 16 de septiembre: esos que levantan con orgullo la bandera de lo indígena como suya. Capital avorazado persiguiendo la rentabilidad: las manos originarias en el centro de la ganancia: lleva este jabón elaborado con el sudor de la piel morena de Oaxaca, sin conservadores, de materiales orgánicos, les juro que yo no gano nada, ganan las culturas. Creamos así la suposición de que lo que necesitan es dinero.

“Trabajen más, Tenoches” significa aquí “los pobres son pobres porque quieren”. Eviten ser Tenoches, ese indio durmiendo recargado sobre el saguaro, con la cara tapada por el sombrero exageradamente grande y la ropa de manta. Descalzo. Y aunque lo neguemos, el dinero es felicidad para quienes estamos de este lado. Elegimos las licenciaturas más solicitadas por temor a ser pobres. Gastamos enormes créditos en comprar ropas de marca y evitamos las imitaciones. Las iconografías de lo socialmente bajo nos parecen absurdas y risibles.

Los llamados “Pueblos Mágicos” son un ejemplo. Una comunidad no merece estar a la vista de todos si no tiene la varita del mago de su lado. Hay retos como visitarlos todos y consumir lo local. Pero muy pocos estarían dispuestos a poner una bota en el lodo detrás del rehilete. En estos lugares, a los Tenoches se les ha obligado a dejar el campo y a ser parte de la fotografía del recuerdo de un visitante económicamente pudiente.

 Esta semana no hay mucho que decir al respecto. El youtuber de la frase jamás pedirá un crédito a 30 años con el INFONAVIT, ni será discriminado por su color de piel o la lengua que lo habita.

Chumel Torres no fue discriminado: se le olvida que esta palabra tiene, en estos casos, una acepción ética y no lógica. El agua discrimina al aceite pero no por la tonalidad amarilla; si yo pidiese entrar a la zona de infectados con Covid-19 de un hospital, evidentemente me sería impedido. Y a CONAPRED, como ciudadanos y no como autoridades, se le debería exigir gastar el erario público en campañas efectivas e inclusivas y no en engrandecer los egos de quienes el color de la piel y el dinero los vuelven locos.

Los ejercicios de tolerancia han creado individuos absurdos: el empresario, el alumno de escuela privada, quien tiene auto propio y usa ropa de marca, el acosador sexual, el capataz de la industria textil, el güerito con facilidad de palabra, pueden decir sus pensamientos sin tapujos. Pero que tu apellido te cierre las puertas del respeto es el colmo.

Y, de mientras, Tenoches, sigamos trabajando. De todas maneras nuestras ilegales e inhumanas jornadas de trabajo jamás nos alcanzarán para tener un patrimonio propio. O al menos para que CONAPRED nos pida nuestra opinión.


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