Sin respuestas

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Los misterios de la vida son muchos. ¿Las rosas blancas son más bonitas que las rojas?, pero la respuesta no satisface. Entonces, la gente se enfrasca en discusiones bizantinas.

Se les llama así, a aquellos pleitos inútiles que no resuelven ningun problema o en los que no hay nada que probar. Son como las grandes apuestas que hacen los niños, “mi papá es mejor papá que el tuyo”.

Evidentemente, desde su particular punto de vista, ambos contendientes tienen la razón; por otra parte, ¿de qué serviría, verdaderamente, tratar de demostrar una u otra postura?

La poesía se ocupa del tema. El escritor Max Aub, lo considera en su poema «Cuestión bizantina», del que tomamos algunos versos.

 

“La playa ¿es orilla

de la mar o de la tierra?

Conseja bizantina.

La orilla del bosque

¿es su límite o del llano borde?

¿Qué frontera separa

lo tuyo de lo mío?

¿Quién acota la vida?

¿Vives hoy o mañana?

Raíz, tallo, flor y fruto

¿dónde empiezan y acaban?

El mantillo

¿es orillo

del ramaje muerto,

del renuevo

o del retorcido

helecho nuevo?

Cuestión bizantina. (…)”

 

Por inverosímil que parezca, estas interrogantes podrían dar cabida a enojosos e interminables debates.

“… ¿Vives hoy o mañana? ...” es una incógnita que provoca, sin querer, un poco de gracia (a Usted también). Hasta donde se sabe, es imposible suspender el hoy, para vivir hasta mañana.

A pesar de lo que esté ocurriendo, bueno o malo, se vive todos los días. Ya sea haciendo nada, leyendo (como Usted), reflexionando o, riéndose de uno mismo o del prójimo.

Sin embargo, cómo saber, ¿qué es lo que sí importa?

Max Aub, mexicano por adopción, quien falleció en la Ciudad de México el 22 de julio de 1972, en el propio poema, da respuesta.

 

“(…)Importa la orilla,

dormir limpio en ella.

(No somos tú y yo,

sino el hilo impalpable

que va de tu presencia

a la mía.)

Límites y fronteras

se agostarán un día.

Sin orillo ni orilla

¿qué más da de quién sean

los cachones, la arena?

La playa es orilla

de la mar y de la tierra,

nunca frontera:

Nada separa,

Nada se para.

Palabra.”

 

Es decir, resulta inútil saber si la playa es el remate superficial de lo que está por debajo de ella o donde acaban y comienzan otros mundos; en cualquier caso, todo forma parte del mismo planeta. La playa es orilla que toca al agua y a la tierra, las une, no es límite ni confín.

E igual que la playa une al mar con la tierra, porque es un sólo orbe, así, cada persona es hilo del mismo telar, es la humanidad misma.

Es la vida que fluye, sin que cosa alguna pueda romper ni el hilo ni la playa, ni impedir que avance. «… Nada separa. Nada se para ...»

Además, la orilla es el hogar para el hombre íntegro, honesto, que tras la lucha diaria, quiere resposar en paz.

Finalmente, las fronteras y los límites no pasan de ser líneas imaginarias, tejidas por los mortales con las que se apartan los unos de los otros o para impedir la solidaridad.

Tal vez, durante este sufrido enfrentamiento contra Covid-19, se ha desaprovechado un tramo de la cocina, del pasillo o de la sala, pues, en lugar de pelear por asuntos como, ¿las rosas blancas son más bonitas que las rojas?, ¿quién es más inteligente, tu papá o mi papá? o ¿quien dejó el yogurth fuera del refrigerador?, se debería ver el espacio como playa, morada de la concordia.

Está claro, para Max Aub no existen las fronteras, ni entre las naciones ni entre los individuos; más bien, decisiones que desatan desencuentros y guerras.

Aunque sin respuestas, ¿qué otras preguntas bizantinas se hacen en las viviendas, en los centros de trabajo y en las calles?

Una pregunta, ¿estaría Usted dispuesto a transformar su sala en playa?

 


 

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