Perfumes de verano

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Durante el verano o estío se esperan grandes sucesos; por ejemplo, que se levanten las cosechas, que las familias vacacionen, que los niños se distraígan, y que el corazón confiado y alegre haga espacio para albergar nuevos afectos, y ¿por qué no?, para tener un amor.

 

Muchos creen que se trata de un sentimiento fugaz, que como veranillos viene y va con la misma levedad del viento; que explota como las tormentas y desaparece con la llegada del otoño.

 

No obstante, hay personas que lo experimentan, coincidentemente con el primer amor. Transformado en secreto, se le conserva dentro de una especíe de cápsula del tiempo. Ahora, en pandemia, refrenda que amamos y hemos sido amados.

 

Los poetas han cantado de distintas maneras y formas al causante de esta virtuosa pasión virtuosa. En efecto, han improvisado desde los modos más pop y poco complicados, por ejemplo, la canción Summer nights, de Jim Jacobs y Warren Casey, del musical Grease (Vaselina), cuya versión más famosa es la interpretada por Olivia Newton-John y John Travolta, hasta exquisitas formas pulidas y esplendorosas; externando la gran importancia que el tema reviste para el alma humana.

 

William Shakespeare, el poeta inglés por excelencia, entendió que es ésta la estación más bella del año. No obstante, es imposible compararla con el hombre. Así lo expresa en el Soneto XVIII.

 

“¿A un día de verano compararte?

Más hermosura y suavidad posees.

Tiembla el brote de Mayo bajo el viento

y el estío no dura casi nada.

 

A veces demasiado brilla el ojo

solar, y otras su tez de oro se apaga;

toda belleza alguna vez declina,

ajada por la suerte o por el tiempo.

 

Pero eterno será el verano tuyo.

No perderás la gracia, ni la Muerte

se jactará de ensombrecer tus pasos

cuando crezcas en versos inmortales.

 

Vivirás mientras alguien vea y sienta

y esto pueda vivir y te dé vida.”

Traducción de Manuel Mujica Lainez

 

Pues aunque el verano dura lo mismo que la primavera, ambos quedan reducidos en el espacio ante la hermosura y serenidad que posee a quien se dedica el poema: el ser amado.

 

Y de algún modo, se vuelven eternas las cualidades por quien se siente tal veneración, cuya presencia se recobrará, sin importar cuántos siglos transcurran, siempre que las rimas se sigan diciendo, y tampoco interesa que sea a través de otros labios y otros ojos.

 

Shakespeare escribió el soneto probablemente hacia el 1590. No obstante los más de quinientos años que han transcurrido hasta la fecha, mantiene su vigencia gracias a que lo seguimos leyendo (Usted lo está leyendo).

 

Lo más interesante, ese mortal a quien está dedicado, es el mismo que lo repasa (sí, Usted), por eso dice:

 

Vivirás mientras alguien vea y sienta

y esto pueda vivir y te dé vida.”

 

De modo que, a mayor número de declamaciones de los versos, más veces, los sentidos captarán las palabras claras del sonetista, y más oportunidades tendrá el amor para reiterarse vivo, recobrando su inicial frescura.

 

Porque estas ternuras, como otras que son verdaderas, carecen de la fugacidad; se extienden y permanecen; resurgiendo, justo, cuando son necesarias.

 

Es indudable, en la poesía —que puede estar en el más pequeño de los haikus o en las modestas coplas de una canción—, es donde la humanidad dibuja magistralmente el gesto inmemorial que conmueve y alegra.

 

Hoy es una buena oportunidad para abrir las cápsulas — ya que se vive un tiempo sin tiempo—; luego, extraer el perénne mensaje que dejó el dulce encanto de aquel solaz y disfrutarlo, junto con todas sus actuales promesas. Por cierto, alguna vez, ¿ha tenido Usted un amor de verano?


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